El físico Albert Einstein en una de sus frases decía que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Esos prejuicios fueron los que tuvo que superar Rubén Lombardo cuando un amigo lo visitó en su maderera y lo invito a ir a la cárcel a realizar un trabajo social con los internos. “No, yo con cárceles no quiero saber nada, si querés te doy materiales para que lleves, no me pidas que vaya”. Al poco tiempo se pusieron de acuerdo y comienzan a llevar maderas, para la fabricación de artesanías que luego los familiares comercializan para comprar alimentos tanto para ellos como para los internos.
Unos meses después, allá por el 2011, su amigo volvió y le dijo que “los muchachos” de la cárcel querían agradecer la donación y mostrarle lo que estaban haciendo. Costó pero al final la insistencia pudo más y Rubén visitó el penal N°42 de Florencio Varela: “Sólo por cinco minutos”, cuenta Rubén. Cuando llegó, se sorprendió con lo que habían desarrollado los internos con sus maderas: un salón para la visitas de los familiares y artesanías para vender, era el primer paso para buscar un futuro propio. Aquellos cinco minutos se convirtieron en cinco horas.
“Cuando salió de su visita a la cárcel, Rubén me llamó y me propuso que comencemos a trabajar juntos en las cárceles ofreciéndole una oportunidad a los internos, para que estos espacios sean un centro de aprendizaje y de desarrollo humano. Los prejuicios no ayudan a la reinserción laboral de los ex -convictos, no se les da oportunidades, no se incluye, es más se excluye en forma permanente”, cuenta Sebastián Ribero, presidente de la Fundación Rubén Lombardo para la Inclusión Social. “Le pusimos el nombre en honor a Rubén, él fue el mentor de este proyecto y está junto a nosotros todo el tiempo”.
La sede de la fundación se encuentra en Rafael Calzada pero su verdadero trabajo está en las unidades penitenciarias. “Hay un total desconocimiento de lo que ocurre en las cárceles, muchas veces lo que menos se hace es generar un sentimiento de corrección y de reinserción, sino más bien de resentimiento y agresión. Nosotros luchamos por lo otro, creemos que para una sociedad mejor hay que incluir y no excluir y que la violencia genera más violencia”, explica Myriam Britez, secretaria de la Fundación que tuvo sus papeles formales el año pasado.
“Comenzamos a trabajar en la unidad número 42 de Florencio Varela con actividades de artesanías en madera, además hacer deporte con el objetivo de promover el desarrollo humano y profesional de las personas para que al salir puedan construir su vida y no reincidir en el delito”, asegura Britez pero al mismo tiempo reconoce que “hay que trabajar para eliminar los prejuicios de la sociedad y que conozcan y se informen. La mejor manera de eliminar la reincidencia es la integración social”.
La vida afuera de la cárcel. Las cárceles de Ezeiza y Marcos Paz se sumaron a este programa que además trabaja con quienes están en libertad pero no tienen oportunidades. “Es difícil, muchas veces se nos han acercado y pedido plata para poder comer porque no quieren reincidir pero les es difícil conseguir un trabajo, una oportunidad. Nos ha pasado el caso de un interno que salió y volvió a delinquir para poder volver a la cárcel, porque hay muchos que encuentra una contención que afuera no existe. Eso es lo que hay cambiar, que la gente se aleje de los prejuicios y se acerque a la realidad”, asegura Ribero.
La fundación está trabajando en la construcción de un centro donde se desarrollen talleres de oficio y culturales: “Le escribimos una carta a la Presidenta y nos contestó a la semana, nos derivó al Ministerio de Justicia y estamos viendo de qué manera podemos trabajar en conjunto”, explicó Britez. Por el momento en La Plata funciona una maderera que está a cargo de Belén, un interno que tiene salidas transitorias y que desde el primer momento se acercó a colaborar con Rubén, Sebastián y Myrian. “Dentro de la cárcel hay personas que están dispuestas a cambiar, sólo les falta la oportunidad y que alguien crea en ellos”. Belén hoy no sólo capacita y ayuda a otros internos sino que con lo que aprendió en la cárcel hoy tiene su puesto de venta de artesanías en un espacio que le dieron en el Juzgado en el cual siguen su causa. “Él intenta rearmar su vida. Y como Belén son muchos más”, asegura Ribero.
Adónde ayudar
Quienes deseen colaborar con la Fundación Rubén Lombardo pueden acercarse a la Av. San Martín Nº 6295, Rafael Calzada. Se necesita ropa, alimentos, materiales y también profesionales que deseen realizar su experiencia dentro de la cárcel, capacitando a los internos, o para afuera, en el futuro centro de formación profesional. “Estamos abiertos a cualquier tipo de ayuda aunque sin dudas la mejor es que la gente se aleje de sus prejuicios y abra la mente”, aseguran desde la institución.
Informó Brown Online
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