El levamisol, empleado como desparasitante tanto en perros y gatos como en ganado bovino, ha sido usado como inmunomodulador para tratar diversos cánceres en Estados Unidos hasta su prohibición para uso humano debido a efectos secundarios indeseados. Ahora, ese compuesto usado como corte para “estirar” la cocaína, produce -según estudiaron dos médica de un hospital de Corrientes-la muerte de las célular y la necrosis de los tejidos de la cara de los condumidores.
Los narcotraficantes lo emplean para cortar droga por dos motivos. El primero es el efecto que el levamisol tiene sobre la dopamina en el cerebro humano, algo que incrementa el subidón que produce inhalar una dosis. El segundo es netamente estético; la substancia tiene un brillo particular que ayuda a mejorar el aspecto cristalino del producto.
El dato empezó a conocerse a partir de que la revista de la Sociedad Argentina de Hematología publicara un estudio clínico a cargo de las doctoras María Elisa Maciel y Karen Duranona, dos especialistas del hospital J.R. Vidal de Corrientes capital. El trabajo se tituló “Agranulocitosis adquirida: planteos diagnósticos” y definió a la patología como “un síndrome clínico-hematológico asociado a manifestaciones infecciosas severas”, con una baja de las defensas a causa del descenso de los neutrófilos, el principal tipo de glóbulos blancos en la sangre.
La agranulocitosis, también conocida como neutropenia, es una enfermedad de origen principalmente farmacológico, provocada por la ingesta de substancias. La enfermedad puede ser mortal, aunque puede ser aliviada si se interrumpe el consumo de la droga que la causa. Su consecuencia más extrema, tras síntomas como fiebre alta, es la necrosis de las células. Las lesiones pueden verse en nariz y orejas, también en mejillas. La cara del paciente, en cierto punto, se pudre.
El estudio correntino de las doctoras Maciel y Duranona se centró en el caso de un hombre de 43 años, un consumidor frecuente de cocaína que había visitado el hospital Vidal tras sufrir episodios de fiebre por las noches, entre otros síntomas. Con los días, la fiebre aumentó, con picos de 39 grados. Un test descartó la posibilidad de HIV, hepatitis B, Chagas y otras enfermedades infecciosas. Así, comenzaron a tratarlo con penicilina. Sin embargo, la fiebre persistía. Mientras tanto, sus estudios de sangre presentaban valores altamente irregulares: una úlcera ya estaba presente en su nariz.
El paciente terminó internado. El diagnóstico fue, inequívocamente, agranulocitosis; los análisis de sangre eran las pruebas necesarias para decirlo. El paciente, un artesano y pintor con una vida trashumante, apenas asistió a una sola consulta tras recibir el alta. No continuó el tratamiento; las doctoras Maciel y Duranona intentaron contactarlo sin éxito.
El correntino de 43 años no fue el paciente cero en cuanto a la problemática a nivel argentino. En su trabajo académico, las médicas correntinas citaron otro paper local de octubre de 2013, en donde cinco médicos del Hospital Británico investigaron el caso de un hombre de 36 años, un adicto con un hábito pesado de dos a tres gramos diarios y un tabaquismo de medio atado por día, además de otros estupefacientes como ketamina en su mezcla cotidiana. El hombre balanceaba la subida de cocaína con la meseta del clonazepam: dos miligramos cada doce horas.
El paciente ya había sido internado por agranulocitosis cuatro meses antes de llegar al Británico: había llegado a valores estables tras su recuperación. Pero los médicos que lo revisaron en el instituto médico de la calle Pueyrredón encontraron fiebre en ascenso, ganglios inflamados, alta presión arterial y pulsaciones cardíacas elevadas, lo que llevó a su internación y a cuatro miligramos de lorazepam cada ocho horas para controlar su síndrome de abstinencia a la cocaína.
Tal como el correntino, ya presentaba una primera úlcera, esta vez dentro de la mejilla derecha. El diagnóstico fue, nuevamente, agranulocitosis. El paciente, tras recibir el alta, nunca volvió al Británico para realizar controles.
En ambos casos, los especialistas señalaron al consumo de cocaína como el factor que disparó la enfermedad: la adulteración de la substancia era el principal problema. Entonces, ¿qué tenía la droga que enfermó la sangre de estos dos pacientes? ¿Con qué químico tóxico estaba cortada? Ambos trabajos académicos apuntaron a un solo responsable: el levamisol.