Lucas Argañaraz tiene la tenacidad de los que quieren llegar lejos. Se quiere comer el mundo. Y lo está haciendo. Con tan sólo 24 años, ya tiene cuatro peleas profesionales y dos ganadas por knockout. Nacido y criado en El Pial, un barrio de Monte Grande, el pibe cuenta que entrena desde los 14 años junto a Rubén Dutra, su fiel entrenador.
“Siempre fui un chico muy hiperactivo. Cuando era chico un doctor le recomendó a mi mamá que me ponga a hacer un deporte. Andaba en la calle y tenía problemas en la escuela por la conducta“, remarca el chico que se entrena en Defensores del Jagüel.
“Mi mamá es madre de siete hijos. Ella iba al gimnasio y hacía boxeo. Y ahí me sumé, empecé a hacer peleas en una sociedad de fomento del barrio”, cuenta Lucas. Un pibe como cualquier otro: “trabaja desde chico en carga de camiones, de cualquier changa, de jardinero, agente de albañil“.
“Con 22 años empecé los trámites para hacerme profesional. Pero la pandemia me complicó y empecé debutando a los 23. Y este año también tengo otro objetivo: anotarme en el FinEs y terminar el colegio“, agrega la joya del Conurbano.
Cuando habla de su futuro, Lucas sueña a lo grande: “Me gustaría ser Campeón del Mundo. Nada es imposible y sé que se puede. Me gustaría tener un bienestar para mí y para mi familia. El deporte es lo que uno ama, el día que no boxee más seguiré estudiando, algo que me ayude a crecer“.
Luego de ganarle a Bruno Oliva en la división superwelter, Argañaraz volvió al barrio. “Me piden fotos en la calle. Es una locura. No lo puedo creer. El otro día viene un nene y me dice “me firmás el yeso?“.
“Yo le pongo onda, de a ratos me pellizco para ver si es cierto. Pero esto es el fruto del entrenamiento del día a día. Del preparador físico, de una buena alimentación, de cuidarme“, finaliza el boxeador que se convertirá, más temprano que tarde, en un referente del boxeo salido del barro del Conurbano Bonaerense.