“Ya llevamos más de 1.100 panaderías cerradas en la provincia de Buenos Aires en lo que va de la gestión de este Gobierno nacional”, aseguró Martín Pinto, presidente del Centro de Industriales Panaderos de Merlo. El dirigente y referentes de la Cámara de Industriales Panaderos sostuvo que las subas de precios en las materias primas, los aumentos en las tarifas y la caída del 50 por ciento del consumo en los comercios dan forma a un combo letal para la actividad.
En los últimos días, una doble noticia terminó de acentuar el complejo estado de las panaderías artesanales bonaerenses. Según indicó Pinto, a finales de abril se confirmó el cierre de otras doce panaderías de barrio en la Provincia. Una de las causas es que el conjunto de proveedores que abastecen el rubro anunciaron un incremento en sus precios de entre el 8 y el 10 por ciento. Esto llevó a la pérdida de entre 6 o 7 puestos de trabajo por panadería.
“La realidad es que estamos cada vez más complicados y, si seguimos así, con este gobierno vamos camino a la extinción de la industria panadera”, advirtió Pinto. Sucede que el sector atraviesa múltiples golpes desde que asumió Javier Milei y el conglomerado de costos que deben afrontar no es consecuente con la inflación publicada por el INDEC y, mucho menos, con el poder adquisitivo de la sociedad.
Con la representación de más de 600 panaderías al hombro, Pinto denunció el devenir de las consecuencias del modelo económico aplicado por Milei desde el primer minuto de la gestión. Hacia fines de enero de 2024, ya habían bajado la persiana 32 panaderías bonaerenses, lo que significó una panadería menos cada dos días.
«El mayor problema que tenemos es la baja de consumo. Las ventas de pan cayeron un 50% y las de factura y pastelería un 78%». Esta abrupta caída revela una realidad ineludible: el bolsillo de los ciudadanos se encuentra cada vez más ajustado, obligándolos a priorizar la compra de alimentos básicos y relegando aquellos productos que antes eran habituales en la mesa. La imagen de clientes solicitando «un pancito, lo que me alcance» pinta un cuadro desolador del presente económico.