“Vení, pasá, te preparé una silla al lado de la estufa. ¿Querés un poco de café?“, me recibió Claudia, docente que fue censista en 2010 y habitante de la segunda vivienda que me tocó censar en un barrio cercano a la estación de trenes de Glew. Con frío en el ambiente, pero con la calidez de la predisposición vecinal, la mañana del miércoles 18 de mayo más de 80 censistas partimos del Instituto N°53 a recorrer Glew.
Poco antes de las 9 ya estábamos en la calle, con las pecheras blancas, nuestros nombres en las credenciales y muchos y muchas con la emoción de censar por primera vez. Es que un censo es algo más que una foto; es una radiografía donde uno puede ver en profundidad los detalles de la población.
Antes que los vecinos y vecinas pudieran reaccionar, los perros retrucaban con ladridos al llamado de los censistas. Los perros, de a montones, parecían ser los timbres del barrio. Una vez que los vecinos y vecinas escuchaban, comenzaban a salir o abrir sus ventanas para espiar, esperando su turno.
De 34 viviendas que me tocó censar según mi recorrido virtual, solamente dos no quisieron atenderme: en un caso eran dos hermanas mayores de edad que no salían para prácticamente nada y otra era una familia que estaba pero decidió no salir.
Varias casas en las que no había nadie por razones de trabajo o fuerza mayor, se encargaron de dejar pegado en la puerta o en el buzón el código del Censo Digital realizado, algo que hicieron unas 24 millones de personas en todo el país.
De una casa a la otra, una vez que terminaba en un domicilio, se encargaban de llevarme al siguiente, presentándome a sus vecinos y vecinas. Cerca del mediodía, para cuando ya había visitado a la mitad de la manzana comprendida por las calles Laferrere, Rojas, Azul y Joaquín V. González, ya había gente que iba y venía, que te decía “buenos días” desde sus bicicletas.
Con el resto de las y los censistas que compartíamos radio de trabajo, estábamos conectadas a través de un grupo de WhatsApp, en donde dábamos alertas o preguntábamos dudas. La tarea fue doble: desde validar en la aplicación del Censo las direcciones, cantidad de habitantes y censos digitales hasta las planillas manuales.
La duda de Manuel
“¿Mamá qué significa la autopercepción de género?“, le preguntó muy curioso Manuel a su mamá después de escucharme preguntar. El Censo 2022 incorporó algunas preguntas nuevas, entre las que se encuentran la identidad de género, las raíces indígenas y la afrodecendencia, el pasado negro o africano.
Una vez finalizado el recorrido, después de recibir varios cafés y cargar con toda la documentación por horas, regresamos al Instituto y completamos las planillas finales con asesoramiento de nuestro jefe de radio. Acomodamos las planillas, preguntamos las dudas, compartimos experiencias, mientras aprovechamos para ir al baño y estirar las piernas.
Los últimos censistas regresaron con las últimas luces del día, cerca de las 18, el plazo final que teníamos para el cierre de una jornada en donde acompañaron algunos rayos de sol y donde nos llevamos la experiencia de conocer cómo viven las personas que nos cruzamos todos los días por nuestro barrio.