Durante un año, María Inés Romero de Rodríguez mantuvo la esperanza de volver a ver con vida a su hijo Macedonio, un joven alegre de 19 años que había partido a defender la Soberanía Nacional en las Islas Malvinas, en abril de 1982. Sin información oficial del gobierno militar y ya firmada la rendición, la familia de Macedonio fue a recibirlo con un cartel que decía: “Mace, acá estamos: ¡bienvenido!”. El cartel que Macedonio nunca leyó porque el 11 de junio había muerto en la cruel Batalla de Monte Longdon.
Nadie le había dicho a la familia que Macedonio había muerto en combate. Entonces empezó una tortuosa procesión: enfermo de cáncer, su padre Francisco fue a Campo de Mayo, pero no lo dejaron entrar porque no estaba vestido con corbata. Le prestaron una y regresó. Pero le negaron toda información. En otra repartición militar, a su madre, María la atendió un oficial que durante la conversación apoyó su arma sobre el escritorio.
“Hasta el último día que supe la verdad mantuve la esperanza. Pero fue una tortura porque durante un año no me dijeron dónde estaba mi hijo. Un soldado que era de su regimiento miraba la foto de mi hijo, me miraba a mí y decía que no podía decirme qué pasó con él. Yo le comprendo a todos los muchachos porque tenían la orden de no hablar. Fue el mayor Carrizo quien me confirmó la noticia de la muerte de mi hijo. Estaba solita yo cuando me lo dijo y me volví llorando sola hasta Barrio Lindo”, recuerda ante Bronw On Line María Inés, que tiene 83 años y vive en la misma casa en la que vivió su hijo, solo que ahora la calle se llama Macedonio Rodríguez.
Cuando terminó la guerra, María Inés fue el consuelo de todos los hermanos de Macedonio, el hombro donde todos resumían el dolor por la muerte de Mace, como le decían al joven nacido el 24 de septiembre de 1962 en Corrientes y que desde sus tres meses vivió en Barrio Lindo, Almirante Brown. Era el cuarto hijo de una familia de clase trabajadora. “Era tan bueno de chiquitito. Parece que su destino era morir joven”, le dice su madre a Brown On Line. Durante la guerra María Inés se pasó internada junto a su marido, que murió a sus 48 años al final de la Guerra de Malvinas, atacado por un cáncer de estómago feroz.
“Yo soy fuerte. Pero nosotros creemos en Dios y por eso seguimos adelante. Me arreglé con la palabra de Dios”, dice María Inés. “Es muy triste todo porque Macedonio Rodríguez sufrió frío, hambre, el alejamiento de su familia. No tenían ni media de lanas”, cuenta su madre. “Tengo muchas cartas de él donde me decía que iba a volver. Ese era su deseo”, narra la mujer. Y llora. “A él le gustaba mucho Corrientes. Decía que cuando volvía de Malvinas quería ir a visitar a sus familiares en Corrientes. Estaban sus abuelos allí y él iba siempre”, dice María Inés.
Macedonio tocaba el acordeón con Los Hermanitos Rodríguez, un grupo que había formado con sus primos. “Soñarte fue mi alegría” ,de Emiliano Cardozo, era el tema favorito de Macedonio. “El sueño de una esperanza me dejaste amada mía/Y voy alegre pensando juntar tu vida y la mía”, dice la letra. El chamamé de su tierra natal le corría por la sangre como un potro desbocado. Empezó a tocar a los 13 años cuando sus padres le compraron un acordeón. “Se puso tan contento cuando le contamos por carta que le habíamos regalado el acordeón”, rememora María Inés del momento en que con Francisco le escribieron a Corrientes para que el niño, de vacaciones en la casa de sus abuelos, supiese que al regreso lo esperaba el sueño del acordeón.
“Hasta ahora lo recordamos y lloramos. Seguimos adelante porque la vida es así, pero es muy triste. El año pasado nos enteramos que mientras los compañeritos se escapaban como podían del ataque él siguió combatiendo hasta el final con su ametralladora contra el enemigo”, cuenta su madre. Y cierra: “En cada veterano de Malvinas veo a mi hijo Macedonio y por eso los abrazo bien fuerte. Las Malvinas son una lucha para siempre, para toda la vida. Y más para las que tenemos hijos caídos allá”.