A seis años del primer desalojado, la familia Velázquez, de Ministro Rivadavia, denuncia que el mismo empresario ingresó este viernes de forma violenta al campo donde viven y trabajan “hace más de 40 años” y donde se dedican a la producción agrícola, para intentar sacarlos del lugar.
La familia denunció que el empresario Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús Somoza y su hijo Martín ingresaron de “forma ilegal y violenta, junto con policías y una patota, al campo de la familia Kener-Velázquez, en Ministro Rivadavia” bajo el argumento de que las aproximadamente 10 hectáreas son de su propiedad, aunque no tiene escritura que compruebe eso.
“Con armas de fuego, machetes y palos, un grupo de 30 personas entró al campo de la familia Kener-Velázquez acompañado por un subcomisario de apellido Páez”, contaron en un comunicado que dio a conocer el Movimiento Nacional Campesino Indígena-La Vía Campesina, agrupado en la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular – Rama Agraria (UTEP Agraria).
También ingresaron una máquina retroexcavadora que sigue allí, rompieron alambrados y trazaron una huella dentro del campo para abrir una calle, que no está inscripta en ningún dominio catastral, según constató el propio personal del Municipio local este sábado, de acuerdo a los datos recabados por Brown On Line.
La familia intentó filmar los actos de violencia con un celular, “que fue robado por los matones” denunciaron.
La familia Kener Velázquez forma parte del Movimiento Nacional Campesino Indígena – La Vía Campesina. “Vive en ese campo desde hace más de 40 años, produce alimentos y lleva a cabo una unidad productiva agroecológica que da trabajo a numerosas personas de la comunidad”, dijeron desde ese movimiento rural.
La familia está inscripta en el Registro Nacional de la Agricultura Familiar (Renaf) y en el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios (Renspa), dependiente de Senasa.
Integrantes del Frente Agrario Evita y del Movimiento Nacional Campesino Indígena-La Vía Campesina llegaron este sábado hasta el campo de los Velázquez para acompañar a la familia, mientras la patota del empresario sigue en el lugar, lo mismo que la maquinaria con la cual tiraron los alambrados del predio.