Todavía podía verse el horizonte, la salida de la luna y la puesta del sol. Había vacas lecheras pastando, hombres de a caballo, en las tierras en donde 150 años antes funcionaba un establecimiento de los franciscanos que proveía alimentos frescos a un convento porteño. Todavía se le regalaban 20 mil ladrillos a quien comprara un terreno a pagar 2 pesos por mes en este pueblo que veía nacer al club que le dio identidad: Claypole.
Hacía 40 años ya pasaba el tren, eje fundacional de pueblos y ciudades, cuando el 1 de octubre de 1923 firmaron el acta de origen del Club Atlético Claypole. El club fue creado como casi todos los clubes en aquellos años, por un grupo de jóvenes entusiastas, algunos de ellos repartidores de leche, de origen vasco, de donde Claypole toma sus dos apodos, Tambero o Tambo en su versión reducida.
Es el club más antiguo de Almirante Brown, ya que San Martín de Burzaco se creó en 1936 y Brown de Adrogué en 1945 y por supuesto que toma su nombre de la ciudad que honra a quien donó las tierras para que allí se construyera la estación de trenes en 1876, acto llevado a cabo por el matrimonio integrado por Julia Obligado y Pedro Claypole.
El color de su camiseta tiene dos teorías incomprobables. La primera habla de una imposible inspiración en un club inglés llamado Sunderland, en una gira por Argentina, cuyos colores son el rojo y el blanco, por lo cual queda descartada la opción. La segunda da cuenta de que el blanco y el negro surgen ante la urgencia de contar con una casaca en un partido ante Defensa y Justicia -fundado en 1935-, donde ambos tenían una camiseta blanca y dos viudas resolvieron la historia de un club en un gesto: rompieron sus vestidos negros para fabricar varias tiras que les ofrecieron a los jugadores de Claypole para que las utilizaran pegándolas a sus camisetas formando una línea horizontal.
El club lo celebrará su centenario a finales del mes, pero ya desde la noche del 30 de septiembre sus hinchas, socios y simpatizantes se congregaron en el estadio que lleva el nombre de su presidente más importante, Rodolfo Vicente Capocasa, el hombre que logró al padrinazgo del presidente boquense Alberto J. Armando para lograr la afiliación a la AFA, en 1978. Un año más tarde se construyó su estadio, que se llama durante un tiempo “César Luis Menotti”, hasta que se le implementa el actual: Capocasa.
Luego de un glorioso 2020, cuando logró ascender de la Primera D a la C luego de 23 años en la última categoría del fútbol argentino (donde jugó por 35 años en total), Claypole se juega por estas horas su posibilidad de lograr el ascenso a la Primera B, con su fútbol profesional privatizado, un plantel rico en calidad y la compañía de su gente resumida en una bandera. “Ni en las buenas ni en las malas. Siempre”