Poco antes del Mundial de Francia 2019, Lorena Benítez jugaba en Boca, trabajaba de madrugada en el Mercado Central en el reparto de frutas y verduras junto a su pareja Verónica y había sido mamá de mellizos días antes de viajar con la Selección argentina. Hoy, a punto de embarcar hacia su segunda Copa del Mundo, la mediocampista de 24 años se dedica 100% a ser futbolista tras su primera temporada en el exterior, en Palmeiras de Brasil.
Lorena nació en Luis Guillón, partido de Esteban Echeverría, es hija de un matrimonio de inmigrantes paraguayos y forma parte de una familia numerosa: son ocho hermanos. De pequeña, empezó a jugar al fútbol en equipos de varones. Primero, en el club Defensores de Luis Guillón, su barrio. Después pasó a Santa Catalina y, posteriormente, a la escuelita de Banfield.
“En determinado momento tuve que dejar de llamarme Lorenzo”, cuenta entre risas la mediocampista, que por ese entonces jugaba con un documento falso y adoptaba un nombre de varón.
“En lo personal, vengo de un fútbol un poco más avanzado y con otra exigencia. En Argentina trabajaba además de entrenar y ahora sólo me dedico a esto. Creo que todas llegamos con otra preparación, más fuertes de cabeza, hoy estamos enfocadas en el Mundial y cada una se vino entrenando de la mejor manera. El primer partido contra Italia es el más difícil por todo lo que significa el debut pero queremos ir a hacer nuestro juego y competir”, asegura Benítez.
Lorena es hija de un matrimonio de inmigrantes paraguayos y tiene siete hermanos. Cuando era chica, jugaba al fútbol con varones en el club de barrio Defensores de Luis Guillón (en la esquina de su casa), con documento prestado del nene que faltara y la llamaban Lorenzo. También estuvo en la escuelita del masculino de Banfield.
Benítez la rompía y recién a los 11 años empezó a jugar con nenas. Hacía mucha diferencia y la llevaron a San Lorenzo, donde además de practicar futsal debutó en el Torneo de Primera División de fútbol 11 una semana antes de cumplir la edad reglamentaria (14 años). Huracán, el rival, se dio cuenta y reclamó los puntos.
Después pasó a Boca, donde consiguió múltiples títulos con las Gladiadoras y también en el futsal con Kimberley. En 2018, Lorena estaba considerada la mejor jugadora de futsal del país y una de las más destacadas a nivel mundial, ya que estuvo entre las diez nominadas por Futsal Planet.
En el Mundial de Francia 2019, Lorena formó parte del seleccionado femenino que consiguió los primeros puntos en la historia para Argentina luego de los empates ante Japón y Escocia. Los mellizos Renata y Ezequiel -nacieron prematuros- quedaron con Verónica (la madre gestante) y la futbolista sólo pudo estar dos noches con ellos antes del viaje, por lo que no logró disfrutar demasiado de su primera experiencia mundialista.
Durante la pandemia de coronavirus, Lorena seguía repartiendo comida desde el Mercado Central. Cuando las actividades estaban volviendo a la normalidad, en febrero de 2021, Benítez sufrió una grave lesión en el partido que Argentina jugó ante Canadá en la She Believes Cup en los Estados Unidos: se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. La recuperación le llevó cerca de un año y una vez que había vuelto al fútbol (pasó de Boca a Estudiantes de Buenos Aires) sufrió nuevamente esa lesión que la hizo perderse la Copa América 2022.
Esta vez, la mediocampista se recuperó sin operación y pudo dar el primer salto al exterior. La llamaron del Palmeiras de Brasil, último campeón de la Copa Libertadores, donde ya estaba su ex compañera de Boca Yamila Rodríguez.La adaptación costó y Lorena extrañó mucho a sus hijos, pero ambas tuvieron una buena temporada en el club brasileño de cara a la mayor ilusión, el Mundial de Australia y Nueva Zelanda.
“Tenemos que ser realistas y hacerle entender a la gente nuestro proceso. Nuestra Selección está años atrasada con respecto a otras. Cuando nos preguntan por los objetivos primero es ganar un partido y luego pasar de grupo”, explica.