Por Luna Mancini
Oscar Rincón y Lilia “Essie” Amaya llevan adelante desde hace más de ocho años un proyecto decisivo: un relevamiento de las tumbas del casco histórico del Cementerio de Rafael Calzada plasmado en un libro que es una reliquia cultural de Almirante Brown. “Hacer esto es un respeto a la vida porque es lo más rico que hay. Cuando se acaba la vida no se termina todo en la muerte. Cementerio es dormitorio en griego. Uno pasa al otro plano, pero deja el envase. En la vida somos un envase. Nuestro espíritu se va a otra parte pero recordando a tu ser querido lo hacés inmortal”, le dice Oscar Rincón a Brown On Line.
Era 2011 cuando Oscar fundó un museo en Rafael Calzada y a la par trabajaba con el relevamiento del casco histórico, es decir de la parte antigua del cementerio. En una de esas tareas conoció a Essie Amaya, quien trabajaba como administrativa en el cementerio: eran de repente dos piezas que encastraban en un andamiaje del que también formó parte la antropóloga Cinthia Riquelme. “Yo siempre tuve muchas ganas de hacerlo. Cuando me recibió ella y supo de mi idea dijo que era lo que estaba esperando”, recuerda Oscar Rincón en diálogo con Brown Online.
“Íbamos sepultura por sepultura, bóveda por bóveda, sacábamos fotos e inspeccionábamos cuál era la más antigua como así también averiguábamos sobre curiosidades, anécdotas, hechos que alguna vez pasaron”, rememora Essie y agrega que entre tantas bóvedas allí “está la de Claudio León Sempere, el creador del monumento a la bandera de Burzaco, el primero de la Argentina, creado mucho antes del que está en Rosario. Sabemos que es una bóveda chica y que también está su tía ‘Coquita’. Algunos además dicen que está la de su esposa”.
En búsqueda de bóvedas de personajes célebres de Brown el equipo encontró dos inesperadas. “El amigo personal de Carlos Gardel, Esteban Capot, que vivía en José Mármol tiene su sepultura en el cementerio de Calzada, y Azucena Maizani, la cantante de La Ñata Gaucha que, según dicen, había tenido un romance con Gardel también está enterrada”, comenta Oscar.
No sólo trabajaron sobre la precisión de quién descansaba en cada bóveda, sino que ambos conocen algunas anécdotas y dichos de vecinos que viven en las cercanías al casco histórico: “El hecho más asombroso es la supuesta historia de un viejito de barba blanca que vestía como gaucho y que estaba momificado en un nicho. Cuentan que se fue secando y las personas que trabajaban hace mucho en el cementerio lo sacaban al sol y la gente que pasaba lo veía”, relata Rincón y Essie dice que “por trabajar ahí yo también me enteré de eso”.
Pero no es la única anécdota. Oscar cuenta otra. “Había un señor que al tiempo de morir murió su perro, y como eran tan unidos su familia decidió embalsamarlo y lo puso con él en su tumba. A esa bóveda la vi hace unos días. La habían sellado atornillada, no sé si realmente estarán los restos de los dos, pero algo importante había”, señaló Oscar.
El Casco Histórico de Calzada, como todo lugar añoso, cuenta con algunas antigüedades que mantienen la fachada del siglo pasado, o incluso más antiguas. Pero también Oscar recalca la necesidad de atender ese espacio del cementerio, dice que se ofreció él mismo para asesorar acerca de cómo mejorarlo estéticamente, pero no le dieron lugar y que es una pena como los delitos diezmaron a algunas tumbas.
Es que acá ocurrió algo extraño con dos ángeles inmensos hechos de mármol de carrara. “En el cementerio había una sepultura muy antigua que tenía dos ángeles bastante grandes e impresionantes. Estaban uno a cada lado de una sepultura, pero un día uno no estaba más y por las dudas al otro lo colocamos en el osario de la nueva parte del cementerio donde hay una capilla”, dice Oscar. “Fue raro lo que pasó. Pero tiempo después supimos que el ángel desaparecido fue a parar a San Telmo donde lo compró un francés que estaba de turista y que se lo llevó a Francia”, explica Essie y agrega que “hay un cristo que tiene las rodillas gastadas. Parece gracioso pero quedaron así porque cuando la gente que terminaba de rezar se iba tocándole las rodillas”.
“Entre todo lo que llama la atención, hay una casita alrededor de dos bóvedas que le hizo un padre a dos hijas que fallecieron en Cromañón. Tiene hasta las cortinas”, suma Oscar. El relevamiento llevó su tiempo y su dedicado trabajo. Por eso, el libro intenta generar en quienes sepan de él todo el interés que les generó a Amaya y a Rincón relevar la zona: “Si uno sabe sobre lo que pasó antes, es necesario que lo transmita a los más jóvenes”, afirma Oscar.