“Cuando conocí el pueblo de Glew sus calles eran transitadas por sulkis, volantas y jinetes y daba la impresión de estar a centenares de kilómetros de Buenos Aires”, recordaba Raúl Soldi, el histórico pintor que con sus manos y su ingenio convirtió a la Capilla Santa Ana de Glew en una obra más de arte.
El pintor demoró 23 veranos de trabajo silente en darle forma final a los 13 murales de la Capilla Santa Ana, donde relata los episodios de la historia de Santa Ana, la madre de la Virgen María, hechos con la técnica del fresco a la manera renacentista, que consiste en trabajar con la pared húmeda y con una mezcla de color y caseína.
“Pasé inolvidables semanas recorriendo Glew con mi inseparable caja de colores en busca de paisajes, cuando descubrí esta pequeña capilla inaugurada en 1905, año de mi nacimiento, rodeada entonces por un huerto lleno de frutales. Ver sus paredes blanqueadas y su interior solitario y silencioso me dio la idea de llenar espacios existentes entre pilastras y los lunetos con pinturas pintadas al fresco que relataran la historia de Santa Ana, madre de la Virgen María. También pensé en incorporar a los temas bíblicos paisajes del lugar, para que este quedara allí, sobre los muros del templo, como documento de una época”, contó Soldi en alguna oportunidad.
Soldi, el único pintor que tiene dos de sus pinturas en el Vaticano, de 1924 a 1932 vivió en Europa, primero en Alemania, luego en Milán, donde el maestro primero fue alumno. Estudió, pero sobre todo compartió movimientos de vanguardia de la Europa que todavía trataba de recomponerse tras la Primera Guerra Mundial.
Al año de estar en Buenos Aires ganó un premio de los acuarelistas y arrancó su tarea de escenógrafo, que realizó durante 15 años en más de 80 películas.
En 1953 comienza una de sus mayores obras: empieza a pintar los frescos de la capilla San Ana, de Glew, una obra que le demandó 23 veranos. En Glew, Soldi pasaba sus vacaciones y durante esos días de larga luz se subía al andamio y le daba forma a esa monumental obra que puede visitarse en Glew.
En 1966 redecora la cúpula del Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires. Soldi ya era un pintor de culto, que colgó muestras multitudinarias que aun hoy son récord para esta rama del arte. Siguió activo hasta que la muerte le puso negro a sus colores, el 21 de abril de 1994, cuando el hombre que metió a Glew en su universo de formas y figuras se fue al silencio para dejar tras de sí una obra que lo sobrevivirá por los siglos de los siglos.