Parecía una jugada más pero iba a ser definitiva. A los 44 minutos del primer tiempo alguien se la cedió a Emanuel Ortega, la pelota le picó antes y se le escurrió, pero se esforzó para tratar de dejarla en la cancha.
Alexis Valenzuela, jugador de Juventud Unida, se le fue al humo y se lo llevó puesto con un empujón que no evitó que el 4 de San Martín de Burzaco jugara la pelota hacia adelante pero lo hizo volar y chocar de lleno contra la pared. Enseguida, compañeros y rivales corrieron porque supieron que algo malo le había ocurrido al jujeño.
Un minuto después del golpe, la ambulancia de Burzmed lo llevó al hospital Lucio Meléndez de Adrogué. Era el 3 de mayo de 2015. El partido siguió porque Ortega había reaccionado bien ante el médico que lo asistió. Pero a la noche del 3 de mayo hubo que operarlo de urgencia.
El 5 de mayo lo operaron otra vez y quedó en coma. Once días después del choque, Ortega murió en una clínica porteña. El Comité Ejecutivo de la AFA ordenó que todas las canchas con paredón tuvieran un material que amortiguara posible golpes.
Scurnik: “Me da bronca lo que pasó”
“Uno con el tiempo entiende que fue una fatalidad, más allá de la jugada y la brusquedad. Nosotros lo recordamos para mantenerlo vivo, porque Ema dejó una muy buena imagen en los lugares donde jugó. Lo recordamos y lucharemos para que haberlo perdido de esa manera no haya sido en vano”, le dice Scurnik a Brown OnLine, el arquero que en cada partido sale con la camiseta que recuerda al jugador fallecido.
El capitán de San Martín de Burzaco, que estaba en la cancha aquel día fatal. “Luego de lo que pasó con Emanuel, nadie se preocupó por mejorar las condiciones de fondo. Lo único que se hizo fue poner colchonetas en las paredes para que nadie más se pegue la cabeza contra la pared y se muera. Se actuó en función de la tragedia, pero nada más: la C siguió siendo amateur”.
“Hubo desidia y desinterés. Su muerte se escondió debajo de la alfombra. Él murió a la madrugada y esa misma noche se jugó Boca-River, con un minuto de silencio, pero se jugó igual”, dice Scurnik. Fue la noche del famoso partido suspendido por el gas pimienta por los octavos de final de la Copa Libertadores de América
“El gremio de los futbolistas y el Club Banfield maltrataron a la familia, demoraron años en pagarle el seguro de vida y lo digo con conocimiento de causa porque sido hablando con la familia de Emanuel. Las partes implicadas tardaron mucho tiempo en resolver esta situación”, revela el arquero de Sanma.
Sencillo, solícito para el trabajo, sacrificado, el jujeño venía de jugar en Banfield, dueño de su pase. Había nacido en Perico del Carmen, Jujuy, donde una gran cantidad de gente fue a despedir al chico que unos antes resumió su pasión: “El futbol es mi vida. El día que no pueda jugar más, ahí termina mi vida”.