Una multitud incalculable en su cantidad -algunos estiman que entre Ezeiza y los accesos, más el centro porteño había 5 millones de personas- salió otra vez a las calles para acompañar la caravana más grande de la historia argentina, que sin embargo no logró el objetivo de que los jugadores campeones del mundo se encontraran con la multitud en la ciudad de Buenos Aires, ni en el Obelisco ni en la Casa Rosada. Los jugadores dieron la vuelta olímpica en helicóptero.
El presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, se lamentó porque la selección de fútbol no pudo saludar a los hinchas de la manera que se había organizado. “No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de Seguridad que nos escoltaban no nos permiten avanzar”, escribió el directivo.
“Mil disculpas en nombre de todos los jugadores campeones. Una pena”, sentenció Tapia, con emoticones de enojo. El micro comenzó su salida desde Ezeiza a las 11.30 y siendo las 16 apenas pasó la zona de Tapiales, por lo que los jugadores marcharon a Parque Roca para abordar helicópteros para volar sobre las multitudes que se configuraron en distintos puntos de la ciudad.
En CABA hay 8 heridos de gravedad internados en hospitales porteños, todos por caídas: desde un semáforo, desde el techo del Metrobús y desde el puente de la autopista, entre otros sitios.
Cuando a las 15.30 el micro con los jugadores de la Selección campeona del mundo pasó por Riccheri y General Paz, en La Matanza, después de ocho horas de espera, en las que la gente soportó un calor abrasador que calmó con agua, sombrillas y las camisetas albicelestes en la cabeza.
“Nonno, nonno, cumplí un sueño, me miró Lautaro Martínez”, le dijo un Benjamín, de 9 años, a su abuelo Raimundo Tarantino que lo llevaba a caballito, en medio de un eufórico festejo con personas rompiendo en llanto frente al micro de la Selección, que se abría paso entre la multitud que colmaba la vía que enlaza el aeropuerto de Ezeiza con la General Paz, para llegar a la ciudad de Buenos Aires.
Tarantino, un italiano de 91 años que hace siete décadas vive en la Argentina, llegó de Villa Celina con su nieto para ver a los campeones y en diálogo con Télam elogió el trabajo del DT Lionel Scaloni por “haber armado al equipo”, mientras su nieto guardaba para siempre la imagen de Lautaro mostrando la copa del mundo, mientras Emiliano ‘Dibu’ Martínez hacía flamear la bandera en alto.
“Era el sueño de mi vida. Estoy emocionada. Mi hija de 18 años está llorando”, dijo Mirta Rodríguez, de 67 años, que tenía en brazos a su nieto de siete meses. “Que sigan así, Angelito (por Ángel Di María) es mi ídolo, lo amo”, contó a Télam la vecina de Villa Celina.