Mamá cocina, mamá lava, plancha, desinfecta los pisos, hace la cama, cuida a los chicos. Mamá prepara la mesa, pasa el trapo, hace las compras. “¿Cuánto falta para comer?”. Mamá atiende al abuelo enfermo, cambia los pañales y en muchas ocasiones también tiene otro trabajo. Es momento de dividir tareas: no encasillar a nuestras madres, hijas, parejas en los roles desiguales de la feminización del cuidado y el mal llamado amor, que en realidad es trabajo no remunerado.
Cuando hablamos de trabajo no remunerado nos referimos a aquella asistencia que todos necesitaremos en algún momento de nuestra vida: cuando nacemos, cuando tenemos algún accidente o enfermedad y cuando envejecemos. En Argentina el 75% del tiempo dedicado al cuidado no remunerado lo brindan las mujeres. Esta estadística no sólo tiene un aspecto desigual en cuestión de género, sino que además son las mujeres económicamente con menos recursos las que tienen más probabilidades de realizarlo, ya que no pueden pagar por ayuda profesional en el hogar.
Llamar amor a este contrato de cuidado es un disfraz histórico que oculta lo desigual e injusto que resulta esta situación para las mujeres, fortalecida por creencias muy arraigadas en nuestra cultura patriarcal: ninguna mujer ama menos, es mala madre, hija o pareja, si pide que estas tareas sean equitativas. No nacimos con un trapo pegado a la mano ni con super poderes culinarios. Reitero, no firmamos ningún contrato.
Las tareas que realizan las mujeres diariamente forman parte de una reproducción social que garantiza el funcionamiento de la sociedad y aparece como una condición necesaria para sostener al sistema productivo capitalista, un proceso de acumulación de capital que necesita disponer de trabajadores para funcionar y producir valor y por eso debe también resolver de alguna forma otros aspectos de nuestra vida: el trabajo doméstico y de cuidados es uno de ellos, una condición necesaria para que pueda desplegarse todo trabajo remunerado. Esenciales para generar dinero, no para ganarlo.
A su vez, un sector importante de mujeres se dedica formalmente a los trabajos de cuidado. Cuando este trabajo se terceriza contratando la mano de obra de una persona externa, también es ocupado por otras de ellas: las mujeres representan el 94% del empleo doméstico. Y un 70% se encuentra sin registrar, es decir, sin derechos laborales.
Esta problemática estructural de nuestra sociedad sólo puede resolverse de manera social, con políticas públicas; Para ello desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad se ha creado la Dirección Nacional de Cuidados que puso en la agenda pública este tema y que ha avanzado en la articulación con los demás ministerios nacionales y provinciales con el objetivo de encarar de manera integral este desafío.
En el contexto de una crisis sanitaria que tomará un tiempo en ser superada, se torna aún más urgente incrementar la participación masculina y la distribución equitativa de las tareas.
Al mismo tiempo, una mayor responsabilidad masculina fortalece el vínculo entre padres e hijos, y contribuye a una futura sociedad mas igualitaria que permita ir dejando atrás la tendencia a la feminización del cuidado.