Pasaron acampes, ollas populares, choriceadas solidarias, colectas, festivales de apoyo, cortes de ruta, marchas. Pasaron frío, pasaron miedo, pasaron incertidumbre. Amasaron pizzas, asaron hamburguesas, se disfrazaron de Reyes Magos. Pasaron todo eso porque nadie les regaló nada. Pasó todo eso para que a las 11 de la mañana del viernes 15 de marzo de 2024 Nicolás Macchi recibiera la noticia de que la justicia dijera que para siempre la fábrica de envases de hojalata de Llavallol tiene un solo y legítimo dueño: sus trabajadores.
“Me acaban de avisar que salió la resolución de la Justicia y la fábrica ya es nuestra, ya está”, les dijo Nicolás a los compañeros. “¿Ya está, se terminó?”, preguntaron algunos de los casi treinta trabajadores reunidos.
Como presidente de la Cooperativa de Trabajo Metalúrgico de Llavallol (COTRAMEL), hace más de una década que se metió en una lucha con raíces familiares. “Yo le había prometido a mi abuelo que mantendría la fábrica en pie, y acá está”, repasa entre lágrimas ante Buenos Aires/12.
La sentencia del Juzgado de Primera Instancia en lo Comercial de San Fernando del Valle de Catamarca resuelve en su primer punto: “Apruebo la propuesta de adquisición”. La cita remite a que la jueza Virginia Cano aceptó la oferta hecha por COTRAMEL: los salarios adeudados a los trabajadores más los intereses que deberían ser abonados producto de la quiebra dictada en 2018.
La desventura de la firma data de mediados de la década del ’90. Cuenta Macchi que en aquellos años Canale fue vendida a Sociedades Macri (Socma), que en poco tiempo se desprende de la empresa a manos de Kraft Alimentos. Ahí se produce una división: harinados por un lado, enlatados por otro. Empieza así el vaciamiento de un área y la venta de la otra a ALCO.
Es decir, los integrantes de la cooperativa ceden aquello que deberían cobrar producto de la quiebra de la firma Alimentos de la Cordillera (ALCO) y se lo intercambian a la Justicia por la propiedad de las máquinas y galpones ubicados en las seis hectáreas del predio sobre Boulevard Santa Catalina, a pocas cuadras de la estación de trenes de Llavallol.
Caer para levantarse
Los conflictos comenzaron en 2013 y llevaron a los trabajadores de la ex Canale a cobrar en cuotas en 2014. Durante 2015 hubo atrasos en el pago de sueldos. En 2016 se repitió la incertidumbre del 2015. En julio de 2018 dejaron de cobrar, y el 30 de octubre de aquel año les llegó el telegrama de despido. “¿Qué hacemos?”, repetían los trabajadores que, en algunos casos, ya tenían más de cincuenta años.
Se organizaron y esa misma tarde decidieron conformar una cooperativa. Hubo más de un año de espera para volver a entrar y operar las máquinas de la fábrica. Más de un año en el que vivieron a base de changas, una bolsa de trabajo solidaria, venta de choripanes, el sostén familiar, pedir en las aulas de Universidad de Lomas de Zamora, o también “algún paquete de pañales a un vecino”.
Fueron cuatro meses de acampe donde Azul, la hija de Macchi que tenía apenas tres años, aprendió a tocar el bombo entre el dolor de su padre por ver que no llegaba a fin de mes.
Este viernes, pero ya con ocho años, Azul recibió otra noticia: “Papi ganó, ganamos los trabajadores de Canale, ganamos entre todos”.
Pero no todo es alegría. “Ahora entregamos el último pedido que tenemos y hay un parate hasta abril”, describe Macchi. Habla de la caída en el consumo, de que los propios empleados de la fábrica tienen dificultades para llegar a fin de mes más allá de que cobran salarios por encima del salario básico acordado por la Unión Obrera Metalúrgica.
Dice que la quita y que la vida da. Por eso quieren seguir construyendo un vínculo con el barrio que los apoyó en su peor momento. Por eso donaron guardapolvos a escuelas, están desarrollando una mutual, y participan de todas las actividades que organizan los vecinos. “La vida da y pide, tenemos una responsabilidad con el barrio”, apunta.
Por eso agradecen “a los vecinos por estar siempre”, dice. También a Cecilia, la secretaria del juzgado en la lejana Catamarca que “siempre empatizó, entendió, tuvo una sensibilidad con nosotros y nos repetía: ‘la morenita los va a ayudar’”. Hablaba de la Virgen del Valle.