William “Guillermo” Brown es el principal prócer naval de la Argentina. Curioso destino el de defender una patria que adoptó de grande pero que le reconoció su ayuda con un apodo: “Padre de la Armada Argentina”, adonde llegó con su esposa Elizabeth Chitty. Fue Brown quien comandó las fuerzas navales argentinas durante la Guerra de la Independencia, en los años posteriores a la Revolución de Mayo.
Brown era huérfano. Perdió a su madre de niño en su país natal, Irlanda, donde su creencia católica los empujó, a él y su padre, a emigrar a Estados Unidos, donde tenían un amigo. Allí la muerte le dio otro golpe: su padre murió de fiebre amarilla a los pocos días de llegar a Filadelfia, estado de Pensilvania. William se embarcó como grumete -ayudante de marinero- y así estuvo, entre cubiertas de barcos, hasta sus 19 años.
Brown y su primer gran logro. En marzo de 1815 logró su primer objetivo: la toma de la isla Martín García. En junio de ese año, nació otra hija suya y le puso el nombre de Martina, en recuerdo de este combate.
¿Brown contrabandista? El historiador Pablo Arguindeguy dice que “algunas veces se ha acusado al almirante Brown de ser contrabandista. Todos los marinos de origen sajón de esa época lo eran; por una sencilla razón, porque Inglaterra tenía una flota mercante que era varias veces superior a las de todas las otras naciones del mundo juntas y lo hacían bien provistos de productos manufacturados para comerciar, especialmente textiles. Los ingleses, portugueses y holandeses comerciaban donde los dejaban o lo hacían en forma ilegal. Lo mismo sucedió en el Virreinato del Río de la Plata, donde podemos decir que, si bien por el monopolio, había un régimen muy restringido del comercio, debido al contrabando y desde fines del siglo XVII, casi podría decirse que teníamos comercio libre.”
Brown: rendirse jamás. “Irse a pique antes que rendir el pabellón” fue la orden de Brown en la mañana de Quilmes, en la que sólo la “25 de Mayo” al mando de Espora, con el Almirante a bordo, protegida apenas por el único cañón giratorio de Rosales en la goleta “Río de la Plata”, enfrentaron una flota imperial de veintiún naves. La “25 de Mayo”, desarbolada, era un pontón al terminar el día; pero había cumplido su misión y los realistas del Brasil no avanzaron más allá, por respeto al bravo valor de los marinos argentinos.
Brown y el dolor por su hija. En 1827 su hija Elizabeth, de 16 años, se suicidó – dice la leyenda que llevaba puesto el vestido de novia – arrojándose en el antiguo brazo del Riachuelo, cuando se enteró que Francis Drummond – con quien se casaría ese mismo año – había muerto en combate.
Brown elogiado por San Martín. A sus 37 años, entre el 10 y el 15 de marzo de 1814 logró algo inesperado: tomó la isla Martín García y entre el 16 y 17 de mayo venció a la flota realista en los combates de Montevideo y el Buceo. En menos de 100 días, despejó el río de naves realistas. Según el General José de San Martín, quien ya estaba en Cuyo, la victoria de Brown en aguas del Plata fue «lo más importante hecho por la revolución americana hasta el momento”.
Brown, ¿empresario pyme?. Alfio Puglisi publicó un trabajo donde analiza las carreras de Guillermo Brown y de José de San Martín. Allí, consigna que “Brown era dueño de las goletas Industria, Amistad, Unión y Hope o Esperanza, y de embarcaciones menores para el alije de grandes veleros. Con ellas intercambiaba productos en ambas orillas del Plata y llegaba hasta las costas del Brasil. Hoy diríamos que poseía una pyme”.
Brown y Rosas. Uno de sus apodos fue “El Viejo Bruno”. Así le llamaba Juan Manuel de Rosas castellanizando el nombre Brown, del mismo modo cariñoso y familiar con el que los paisanos argentinos pronunciaban su nombre.