Una de cada tres mujeres jóvenes padece atracones, bulimia nerviosa o anorexia en la provincia de Buenos Aires, trastornos alimentarios que en promedio padecen adolescentes entre los 12 y los 15 años de edad y que deben abordarse de manera interdisciplinaria porque no se trata sólo de una patología nutricional.
En el marco del Día Mundial de Acción frente a los Trastornos de la Conducta Alimentaria que se conmemora este jueves, la licenciada en Nutrición Leticia Barcellini, aseguró que los casos de trastornos alimentarios pueden comenzar “desde los 8 años hasta mayores de 20”, y precisó que “el promedio se da entre los 12 y los 15 años de edad”.
Según un estudio de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), los casos en la actualidad representan un 50% más que en 2001, indicaron desde el Colegio de Nutricionistas de la provincia de Buenos Aires.
Las características de los trastornos abarcan: preocupación excesiva por el peso y la figura; distorsión de la imagen corporal y prácticas reiteradas de control del peso, a través de dietas, ejercicio físico exagerado y desordenes en rutinas alimentarias.
Si bien los trastornos de la conducta alimentaria afectan a personas de cualquier género, edad, raza, orientación sexual y nivel socioeconómico, son más frecuentes en mujeres adolescentes.
Sin embargo, desde el Colegio de Nutricionistas bonaerense sostuvieron que “es necesario evitar la estigmatización y juicios sociales que rodean a este tipo de enfermedades” que requieren de un trabajo interdisciplinario.
La integrante del Consejo Directivo del Colegio de Nutricionistas precisó que “de 10 casos, 8 o 9 son mujeres”.
Barcellini enfatizó que “el uso de redes sociales en los adolescentes es una influencia muy importante, así como la inseguridad que generó el encierro por la pandemia, la relación con el otro, y la imagen que se pondera como un bien preciado”.
“Si yo no me veo de determinada manera no puedo publicar una foto”, ejemplificó, en referencia al aumento de casos que se registró desde 2020 hasta hoy.
En relación a la implementación del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) para mitigar el avance de la Covid-19, manifestó que a medida que fueron flexibilizándose las medidas “se comenzaron a ver muchos más casos de cuestiones que tenían que ver con trastornos alimentarios”.
“La cantidad de casos que comenzaron a aparecer en las consultas tienen que ver el encierro, la no actividad física, el uso de redes sociales y cuestiones relacionadas los prototipos sobre la imagen corporal”.
La bulimia y la anorexia “son patologías multifactoriales”, dijo, y subrayó que implican “no solo lo nutricional, sino también lo social y cuestiones genéticas”.
Sobre el tiempo de tratamiento, remarcó que dura “dos años de promedio como mínimo“, y apuntó que hay pacientes “que tienen que hacer un seguimiento cada tanto con un profesional y otros que pueden superarlo”.
Por su parte, la especialista médica en Nutrición y expresidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), Mónica Katz, también sostuvo que “los datos que hay son parciales”, y advirtió que “para que tenga haya un trastorno alimentario tiene que haber una tormenta perfecta: primero vivir en Occidente, la necesidad de seguir la moda, un grado de obsesión y de exigencia propia o ajena. Sin esto no hay trastorno”.
Y tercero, esa tormenta perfecta se produce cuando “tus pares y tu familia validan todo, cuando te miran y sólo lo que ven es un cuerpo”.
“Frente al discurso dietante que valida el modelo hegemónico que nadie cuestiona, lo que podemos hacer es empezar a ver del otro todo lo que va más allá del cuerpo”, concluyó Katz.
La tercera parte de las y los jóvenes tienen algún trastorno alimentario, que “no siempre es bulimia o anorexia, sino Trastornos Alimentarios No Especificados (TANE) como puede ser un desorden de atracones”.
En relación a la actualidad, sostuvo que “vivimos con mucha incertidumbre” a nivel mundial, y “lo que vemos son estresores no normativos como la pandemia, la cual no es esperable y para la que no estamos preparados”.
Según datos de la SAN, una encuesta sobre 8.000 casos durante la primera parte de la pandemia “la gente usó comida para no pensar y no sentir, y la gente joven estuvo frente a cámaras, frente al espejo y no le gustó algo y dejó de tener el contacto social que distraía un poco”.
“El incremento promedio fue de entre cinco y ocho kilos”, dijo, y añadió: “Pensemos en un adolescente atrapado en las redes sociales en este ‘deber ser’ flaco y perfecto, que engordó”.