“El 2001”. Nombrar ese año representa uno de los hechos trágicos de nuestra hística reciente. Aún duelen las imágenes de la represión institucional, duelen los palos, hacen llorar los gases lacrimógenos y las balas de plomo; imágenes de vecinos que entraban a los negocios con hambre y desesperación y de comerciantes llorando de impotencia ante los saqueos en una sociedad destruida, con la mitad de la población pobre y una de cada cinco personas sin trabajo.
Un país agobiado y sacudido por un estallido social con movilizaciones espontáneas y saqueos que provocaron la muerte de 39 personas en las calles, producto de la represión y del Estado de Sitio que había decretado el por entonces presidente Fernando de la Rúa antes de su huida en helicóptero.
Desde la noche del 19 y durante el 20, la Plaza de Mayo recibió a miles de jóvenes y adultos que coincidieron con la consigna para reclamar contra las medidas económicas del gobierno de la Alianza; un escenario que se repitió a lo largo del país y que concluyó con la renuncia ese mismo día del entonces presidente.
Almirante Brown no fue ajeno a esta situación y también tuvo sus movilizaciones y sus muertes. Se trata de Roberto Agustín Gramajo, de 19 años y Víctor Ariel Enríquez, de 21 años.
“A Roberto lo mató un policía”
Roberto falleció luego de que un agente de la Policía bonaerense hasta la actualidad no identificado le pegara un disparo en la cabeza, cuando se dirigía a la casa de su tío. Según los testigos, la Policía disparaba balas de goma a un grupo de jóvenes que se sumaban a la movilización que se había iniciado en Capital, cuando uno de los dos agentes, escondidos detrás de una columna, efectuó tres o cuatro disparos, uno de los cuales terminó con la vida de Gramajo.
“Mi hijo no estaba robando, sólo salió para ir a jugar con la computadora a la casa de su tío, cuando la situación se había calmado, luego de los problemas que se habían dado a la tarde en un supermercado del barrio. A él lo mató la Policía bonaerense, más puntualmente, tres efectivos del Comando de Patrullas de Almirante Brown, que portaban armas largas y están identificados como el oficial Palacios y los suboficiales Lozada y Troche”, enfatizó Carlos Gramajo, el padre del joven que cayó herido de gravedad en un sector de los monoblocks del complejo habitacional Don Orione de Claypole y dos horas más tarde falleció al ser ingresado al Hospital Oñativia de Rafael Calzada.
Víctor, morir en Don Orione
El barrio Don Orione también fue el lugar de otro asesinato. Víctor Enríquez, de 21 años, era uno de los tantos jóvenes acuciados por la pobreza y la falta de alimentos. Participó en un saqueo en el autoservicio “Arca de Noé”.
Buscaba algo para comer cuando Ángel Villanueva, propietario del local, disparó su arma yle dio un balazo en el cuello. El asesino, de 51 años en ese momento, fue detenido.
Villanueva no pudo evitar lo inevitable: unas 200 personas irrumpieron en el local y lo saquearon. Eran las primeras horas del 20 de diciembre de 2001.