Ofreció un locro patrio hasta el 20 de junio, pero la duplicación del costo del alquiler a pesar de la pandemia le significó el cierre definitivo a El Resorte, a 47 años de que su dueño pusiera en marcha el por entonces sueño de tres amigos que se convirtió en el eje de una familia forjada del otro lado del mostrador de este clásico bodegón de Adrogué, el último en su especie.
Ubicado en Seguí 882, de Adrogué, el local cerró sus puertas en las últimas horas, luego de no llegar a un acuerdo debido al aumento del alquiler. “Mi papá intentó todo para seguir, pero no se pudo. No dan los números de ninguna manera. Había más gastos que ingresos. Era imposible”, resume Ayelén, la hija de Tito, uno de los fundadores de El Resorte. “No hubo un acuerdo con los dueños, después de 47 años de alquilarles. Es insostenible en tiempos de pandemia, porque la luz, el gas y los impuestos sigue llegando”, cuenta.
El Resorte abrió sus puertas en Adrogué el 15 de febrero de 1973. Era un salón de billar, juegos y tragos. Con los años se fueron los amigos y siguió Tito con un empleado, Jorge Barrios, que lo acompañó hasta estos días. Luego se sumó su esposa, que le cambió el carácter al bar; lo convirtió en un restaurante donde cocinaba ella con ese gusto tan particular de la comida casera.
“El fuerte era el mediodía, le dábamos de comer a la gente de trabajo, platos contundentes, de olla, bien de bodegón. Eso a la gente le encantaba. Por las noches fue el punto de encuentro de amigos para tomar una copa de vino o un aperitivo. Cada uno de los personajes de Adrogué tiene una anécdota en El Resorte”, cuenta Ayelén, que se emociona hasta las lágrimas cuando habla del cierre.
Es que la vida de la familia de Tito se resume en El Resorte. Desde él y sus amigos primero, su esposa más tarde, su hija Ayelén y ahora Isabella y Olivia, las pequeñas nietas del fundador. “Quedan familias sin trabajo, nuestro cocinero, queda Jorge sin trabajo, que estuvo 35 años con mi papá, queda mi papá sin trabajo, quedo yo sin trabajo. Son familias. Eso es lo que más me perturba de todo esto”, dice Ayelén.
Las mesas de billar y de pool de El Resorte fueron testigos de fintas imposibles, de enojos espontáneos. Cada mesa cuenta cientos de historia. Cada espacio tiene un recuerdo. Es que por ahí pasó la vida de muchos y muchas: las risas, las frustraciones, las picardías, los sinsabores y las alegrías. Todo eso hará que El Resorte siga vivo en la memoria colectiva aunque ahora le toque decir adiós.