Sofía Belén Gómez tiene ocho años, es de Burzaco, va a la Escuela Primaria 52 de esa localidad, baila desde los cuatro años, cuando sola empezó a dibujar mudanzas hasta que hace 10 días se anotó un logro histórico: se consagró campeona nacional de malambo femenino, en la primera edición de ese certamen, realizado en Villa Carlos Paz, Córdoba.
“Lo que siempre le gustó más allá de la danza folklórica fue el malambo, pero no le enseñaban porque era una nena o porque era chica. Fue aprendiendo sola hasta que hace unos meses empezó un taller en el Centro Cultural Enrique Santos Discepolo junto con sus profesores, Ezequiel Maya y Florencia Álvarez, que también se consagró campeona nacional de malambo femenino en ese concurso”, le cuenta a Brown On Line Luis, el padre de Sofía.
“En poco tiempo los profesores la fueron preparando. Ella tiene facilidad y habilidad para el malambo, algo que hasta nosotros mismos nos sorprendió”, cuenta su padre. Sofía fue a un concurso en el club San Martín de Burzaco en agosto pasado, compitió en malambo femenino, pero como no existía su categoría bailó con las más grandes y ganó el premio revelación, ante la mirada azorada del jurado.
En Córdoba, Sofí dio la cara por toda la provincia de Buenos Aires y logró el trofeo en la categoría solista de malambo femenino menor-infantil.
Sofía bailó el malambo surero, delicado, exacto, sin la estridencia de las botas fuertes del norte argentino; el típico baile del gaucho de la ancha pampa, ejecutado con botas de potro.
Nieta de un tucumano que sembró en la familia la semilla del folklore, Sofía tiene tres hermanos mayores que también bailan folklore en distintos ballets, como sus padres. Por eso para Sofía bailar fue desde siempre una cuestión natural.
Pero el camino hasta ganar este campeonato la encuentra a ella y a sus padres luchando para que alguien le enseñara a bailar malambo. Porque es chica, porque no era su momento, porque es una nena. Por excusas varias de algunos profesores, terminó encendiendo su llama malambista sola y en su casa, la alimentó gracias a un taller dictado por la Municipalidad. El resto lo explica la chispa que la hace brillar, el diálogo íntimo entre ella y la danza, que es como el dictado milenario de la Madre Tierra.