El hombre que metió a Glew en un universo pictórico vastísimo nació el 27 de marzo de 1905 y murió 89 años después. Pero antes de eso, tuvo una vida marcada por el pulso de los colores, que siguen vivos hoy, a 112 años de su nacimiento.
Raúl Soldi se crió escuchando la música de sus hermanas, el violoncello de la menor y el piano de la mayor. A los seis años empezó a escribir y recién a los 15 comienza a desandar el camino que lo iba a llevar a ser una marca en la pintura no sólo de Glew, por haber pintado los frescos de la Capilla Santa Ana, sino también en el mundo: es el único pintor argentino que tiene dos cuadros con su firma en El Vaticano.
A los 16 años empezó a hacer reproducciones de las obras de Benito Quinquela Martín y Cesáreo Bernaldo de Quirós. La revistas Caras y Caretas publicó esos trabajos. Entonces, el niño Raúl pensó en la Italia de sus padres, en los pintores clásicos y en las corrientes que sabía que estaban pintando el mundo desde allá. Viajó. Recorrió museos y se llenó del aire del Viejo Continente. Volvió a la Argentina con la firme idea de estudiar Bellas Artes, pero dejó a los pocos años y volvió a cruzar el océano. Ya era 1924.
De 1924 a 1932 vivió en Europa, primero en Alemania, luego en Milán, donde el maestro primero fue alunno. Estudió, pero sobre todo compartió movimientos de vanguardia de la Europa que todavía trataba de recomponerse tras la Primera Guerra Mundial. Al año de estar en Buenos Aires ganó un premio de los acuarelistas y arrancó su tarea de escenógrafo, que realizó durante 15 años en más de 80 películas.
A ese reconocimiento le siguieron múltiples premios y visitas a exposiciones en New York y San Francisco, en Estados Unidos, desde donde recibió más tarde ofertas laborales que rechazó.
En 1953 comienza una de sus mayores obras: empieza a pintar los frescos de la capilla San Ana, de Glew, una obra que le demandó 23 veranos. En Glew, Soldi pasaba sus vacaciones y durante esos días de larga luz se subía al andamio y le daba forma a esa monumental obra que puede visitarse en Glew.
En 1976, tras 23 veranos, terminó los frescos de la capilla de Glew. Hacía tres años que su obra Santa Ana y la Virgen estaba colgada en la Galería de Arte Sagrado del Vaticano.
En 1966 redecora la cúpula del Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires. Soldi ya era un pintor de culto, que colgó muestras multitudinarias que aun hoy son récord para esta rama del arte. Siguió activo hasta que la muerte le puso negro a sus colores, en 1994, cuando el hombre que metió a Glew en su universo de formas y figuras se fue al silencio para dejar tras de sí una obra que lo sobrevivirá por los siglos de los siglos.