Según un estudio de una universidad de Florencio Varela, los argentinos consumimos cada vez más harina de trigo, azúcar y aceites vegetales, y cada vez menos carnes, en especial las rojas, costumbres que encienden la alarma respecto del sobrepeso y la obesidad, además de otras enfermedades vinculadas a la malnutrición.
La problemática surge a partir de un estudio que analiza los “Patrones nutricionales, sobrepeso y obesidad de 1961 a 2011 en el contexto socio económico y político de Argentina”, encabezado por Martín Silberman, coordinador del área de Posgrado del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de Florencio Varela.
La investigación, que fue publicada en agosto pasado en la International Journal of Food Sciences and Nutrition, da cuenta de la calidad de alimentos que consumimos: el mayor consumo proviene de los cereales, fundamentalmente la harina de trigo (casi un 30 % del total); el azúcar ha aumentado significativamente, sobre todo la consumida en bebidas y alimentos ultraprocesados, del mismo modo que los aceites vegetales, cuyo aumento también se relaciona con la expansión espectacular de los alimentos industrializados.
Por el contrario, las carnes disminuyeron en un 12 % pero las carnes rojas en particular, un 30 %. Y como consumo marginal, muy alejados de estos grupos, aparecen las frutas y las verduras.
“Notamos que si bien la cantidad de energía que se consume se mantiene estable, alrededor de las 3100 calorías por persona por día, empeoró la calidad de los alimentos”, considera Silberman. “Es mucho más fácil acceder a alimentos no saludables, de largo vencimiento, que satisfacen más el apetito, que encontrar otros que serían más saludables pero más caros”, asegura el médico, Magister y Doctor en salud pública, a partir de este estudio realizado en colaboración con colegas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Sin embargo, respecto de las papas fritas no se cumple esta supuesta relación entre sano-caro y no sano-barato. Un paquete de papas fritas cuesta 45 pesos los 162 gramos, o sea $ 277 el kilo, contra los 8 pesos que cuesta un kilo de papas en cualquier verdulería.
La investigación se basó en los datos brindados por la FAO, Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, con una ecuación que incluye por país todos los alimentos que produce, más los que importa y restando los que exporta. Entonces se define un consumo aparente. “Analizamos el consumo promedio de cada persona por día desde una serie histórica para ver un comportamiento desde la totalidad y también para cruzarlo con otras variables como la modificación del salario real de los trabajadores en nuestro país”, detalla Silberman.
Según un estudio, este modo de alimentación genera “diabetes e hipertensión”, que hoy ocupan los primeros lugares como motivo de internación, muertes y discapacidad. Y surgen otros problemas como la obesidad y el sedentarismo. “Buscando algunas causas sobre estos cambios que se han dado, vemos que acompañan las crisis económicas que golpearon a nuestro país. Cada crisis que golpea, empeora un poco la alimentación saludable”, agrega. “Los pobres tienen menor acceso a los alimentos más saludables y terminan con una dieta escasa en minerales, vitaminas, y otros elementos necesarios, en especial, para el crecimiento de los chicos y con alto contenido de grasa y azúcares. Un niño obeso tiene muchísimas probabilidades de ser obeso en la adultez”.
Para ilustrar el análisis, el investigador de la UNAJ plantea que “resulta más accesible comer unas papas saladas que alimentos naturales porque a estos últimos hay que prepararlos y cocinarlos. Por lo tanto se van generando nuevos hábitos en las modalidades de comer, de comprar, se adquieren los alimentos a través de los grandes mercados (que llegan a través de cadenas de distribución y no directamente de los productores)”.
Respecto de los alimentos “bajas calorías”, opinó: “Representa una reducción de calorías pero desde el punto de vista nutricional necesitamos proteínas, minerales, vitaminas y también grasas. Cómo será que la gente quiere comer sano que a veces es engañada con estos productos light, promocionados como sinónimo de saludables y con colores verdes, que no lo son tanto”.