El Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N°66, Don Juan Manuel de Rosas de San Miguel del Monte, anotó en sus registros a su egresado más longevo, un hombre nacido y criado en su casa de la calle Acevedo, en Lomas de Zamora, un hombre que hace cinco años enviudó, le dejó su casa de San Vicente a uno de sus hijos y se instaló en la que construyó en los años 70 en San Miguel del Monte (a la altura del kilómetro 110 de la Ruta 3), adonde llegó por primera vez de excursión escolar hace casi 80 años con la Escuela 1 de Lomas de Zamora, su lugar de crianza. “Hice experiencia con los jóvenes. Yo tengo nietos que tienen 20 años más que mis compañeros de curso, nietos de 42, 43 años. Fue una buena experiencia”, dice en una nota publicada al medio local La Voz de Monte, respecto de la cursada y del hecho histórico que produjo en ese pueblo de 25 mil habitantes.
Orgulloso, Carlos comparte su libreta de estudiante. “Hay de todo. Cuando tuve que sacar un 4 me pusieron un 4, cuando tuve que sacar un 10 me pusieron 10. No me regalaron nada y a mí me ayuda eso”.
–Si tuviera que dar un mensaje a jóvenes y no tan jóvenes que no se deciden a estudiar o que creen que no pueden ¿qué le podría decir usted?
-Yo fui un alumno del montón. No fui de esos alumnos sobresalientes. Yo era uno más que terminó el bachillerato y no siguió estudiando una carrera universitaria en aquel momento porque la problemática era que había que llevar la guita a la casa. Tampoco había mucha vocación: algunos quieren ser abogados otros quieren ser médicos. Yo no tenía eso. El mensaje a los jóvenes, sin querer decir algo que suene estereotipado, es que es un pecado de juventud no estudiar, porque estudiar es lo único que te posibilita poder afrontar los cambios, si no, te quedás. Yo estoy aprendiendo ahora bastante: quien no sepa manejar esto (señala el celular) o la computadora es un iletrado como era la gente cuando yo tenía siete, ocho años, diez años y no sabía leer ni escribir.
–¿Qué análisis tiene de la actualidad, porque pareciera que cada vez estamos menos comunicados los humanos teniendo todas las herramientas, el celular por ejemplo?
-Hay un individualismo muy grande, una mirada muy individual de la vida. Cuando laburaba en la oficina hace 60 años atrás venía uno, “che se casa fulano” y juntábamos plata para el regalo o “murió la mamá de fulano estamos poniendo tanta plata”. Era normal eso. Hoy eso no existe. Es más, mis hijos, que ya son todos hombres grandes, financiaban sus viajes regresados con actividades que ellos hacían. Ahora gatillan todos los padres.
-¿Y cómo se lleva con el mundo hoy? Con este mundo tan individualista
-Bueno, a veces congeniamos y a veces nos peleamos Uno tiene su momento y sus días también, pero hay cosas que me superan.
–¿La carrera le ayudó a entender la comunicación actual?
-Sí, la velocidad. Yo conversaba con los chicos y les decía que cuando compré el terreno en el año 1972, le tuve que decir a un compañero de fábrica que le avisara al gerente del banco que yo necesitaba sacar un dinero. Entonces pregunté dónde había teléfono. Había una cabina de madera y un teléfono. Llamaba, atendía una operadora, un número, y me parecía, en larga distancia. Y me llamaron. Entonces me sentaba a tomar un café ahí, pero ahí sonaba el teléfono y ya para la capital hoy este teléfono me permite hablar no sé con Rumania en tiempo real y pasó en relativamente poco tiempo.
–La familia qué le dijo cuando usted empezó a estudiar ¿Lo celebró?
-Sí, mis hijos y mis nietos estaban contentos. Era todo un desafío sostener la cursada también. Fue duro. Yo tenía la peregrina idea de anotarme en otra carrera para el 2025, pero iba a ser un regreso sin gloria. Iba a terminar la carrera con casi 90 años, no tiene sentido. Es mucho: de 18 a 22 todos los días. Yo no llego a seis y diez, llego a cinco y media al instituto y no me voy a diez menos cuarto. Yo me voy cuando se va el profesor y llego a mi casa a las 10 y media de la noche.
Me hubiera gustado hacer un profesorado de historia. Yo leo mucho de historia. Me gusta mucho para entender el presente. Igualmente, voy a empezar un taller literario o un taller escritura.
-Carlos, ¿la militancia cuándo aparece?
-Mirá, más que la militancia es la simpatía. Es decir, el estar de acuerdo con un proyecto de país. Yo no era de esos militantes de la cotidianeidad. Ahora sí ahora porque tengo más tiempo y se lo puedo dedicar. Pero siempre la actividad social, política y humana me interesó.
-¿Qué está leyendo ahora?
-Estoy leyendo un libro de lo que significó desde el punto del trabajo concreto lo que fueron los nueve años de peronismo, cuando se hicieron unas 8000 escuelas, 18 universidades, se hicieron planes de vivienda. En 1952 se batió el récord de fabricación y consumo de cemento. Perón hizo más casas en nueve años que los que estuvieron antes de él en 70 años. Construyó 500 mil casas. El número es impresionante. Y además una cosa que me parece muy interesante también es que eran chalets californianos, de tejas coloniales, que todavía siguen en pie. Cuando viene Perón al gobierno la gente empieza a estudiar masivamente. En los nueve años de Perón se construyeron ocho mil escuelas, las universidades se abrieron para que los obreros puedan acceder a ese conocimiento que brindó la movilidad ascendente, a eso le sucede las vacaciones pagas, en el mismo lugar en el cual vacacionaban los jefes, y el aguinaldo.