Daniel Santucho Navajas es vecino de Burzaco y nació el 10 de enero de 1977 en el Pozo de Banfield. Su madre, Cristina Silvia Navajas, fue secuestrada y desaparecida el 13 de julio de 1976 en la ciudad de Buenos Aires, embarazada de dos meses y de Julio Santucho, sobreviviente de una familia diezmada por la represión A principios de 1977, Daniel fue apropiado por un policía bonaerense y anotado como propio. Tuvo una larga búsqueda hasta que finalmente el año pasado recuperó su identidad y se reencontró con una familia que por 46 años no dejó de buscarlo.
El camino de su vida fue desde las tinieblas hasta la luz. “Era una persona gris y ahora soy feliz”, resumió ayer Daniel en una charla que ofreció en en el instituto ideal de Adrogué y que llevó por título “Identidad, memoria y democracia”.
La búsqueda de la verdad iluminó su historia: hoy sabe que nació en el centro clandestino Pozo de Banfield, cuyos responsables fueron condenados el pasado 26 de marzo. Daniel se crio en Burzaco, tiene dos hijas y a través de su testimonio busca generar conciencia sobre el terrorismo de Estado. “Considero necesario enseñar a la sociedad y, sobre todo, a las nuevas generaciones, para que sepan la verdad de la historia y que no se repita”, dijo.
EL vecino de Burzaco empezó a tener dudas sobre su identidad cuando tenía 21 años. Su apropiador fue Estanislao González, un oficial retirado de la Policía Bonaerense, que le mintió durante toda su vida y hasta llegó a inscribir su nacimiento con fecha 24 de marzo, el día que tuvo lugar el último golpe de Estado.
Su hermana de crianza le había revelado que no era hijo de quienes decían ser sus padres. “Durante mi adolescencia había actitudes de mi apropiador cuando aparecían las Abuelas en los medios que me hacían ruido, había una partida de nacimiento que decía que ellos eran mis padres y yo creía eso. Al buscar hablar con quien creía mi papá, y le transmitía mi inquietud, él evitaba la situación o inventaba”.
Con dudas y mucha angustia, Daniel sentía que se tenía que hacer cargo de su historia y se acercó Abuelas de Plaza de Mayo en 2019. “Después tuve que recabar información, partida de nacimiento, fe de bautismo y además tenía un testimonio del hermano biológico de mi hermana de crianza que recordaba haber escuchado a dos policías diciéndole a mi apropiador, que era policía también, que le iban a conseguir un bebé. Con esa información me presenté a Abuelas y a los días me llegó la fecha para ir a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y hacerme el estudio de ADN”.
Daniel, el hijo de Cristina y Julio César
Daniel se enteró que es hijo de Cristina Navajas y Julio César Santucho, militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). El 13 de julio de 1976, su madre Cristina fue secuestrada en el departamento de su cuñada en Villa Crespo. En ese momento, Cristina ya tenía dos hijos, Camilo de 3 años y Miguel de siete meses, y además, según una carta que dejó a su pareja, creía estar embarazada nuevamente. Julio Santucho se encontraba en el exterior y hoy pudo abrazar a su hijo.
Daniel pudo sí darle a su hermano el abrazo que la vida les había negado. “Sentí que por fin había podido saber mi historia y que iba a tener una familia de la que nunca me tendría que haber separado. Recuerdo que cuando me fui a hacer el nuevo documento con mi verdadera identidad, tenía una felicidad inexplicable y me tuvieron que sacar varias fotos porque no paraba de sonreír. Después, con el acompañamiento de Abuelas, fui haciendo todos los demás trámites que necesitaba, tanto para mí como para mis hijas.
Daniel destacó que el acompañamiento de su familia y de sus hijas fue fundamental ya que “mi hija más chica fue la que me pidió contar en su colegio contar mi historia y que era el nieto 133. Cuando llegó el momento de ir me acuerdo que yo pensaba sobre cómo expresarme para ser claro con los chicos y no confundirlos, pero ella fue la que empezó a hablar y a contarles a sus compañeros: “Mi papa es el nieto 133 de las Abuelas de Plaza de Mayo, él tenía dudas sobre su identidad así que fue a pedir ayuda, lo mandaron a hacer el estudio de ADN, dio positivo y ahora tenemos una familia”. Con esa simpleza, se encargó de transmitir todo. Cuando terminó la directora preguntó si la habían entendido y todos respondieron que sí. Así que después preguntó: “¿Cómo se va a llamar Milagros ahora?”, y todos gritaron: “Milagros Santucho”, y ahí se nos empezaron a caer las lágrimas y nos fundimos en un abrazo. Hoy veo a mis hijas y, más allá del parecido físico, puedo ver a mi mamá y a mi abuela que de alguna manera viven en ellas”.