Se cumplieron por estos días tres años del asesinato de Fernando Báez Sosa, cometido por un grupo de rugbiers de Arsenal Zárate Rugby Club a la salida del boliche Le Brique, de Villa Gesell. Desde entonces ha habido distintos pronunciamientos, un pedido de disculpas del ex capitán de Los Pumas Agustín Pichot, declaraciones en cuentagotas de jugadores de ese deporte que ponían la mirada hacia adentro, una mesa contra la violencia en ese deporte y poco más. Ahora bien, ¿qué dijeron de este hecho y en todo este tiempo los dos clubes de rugby de Almirante Brown?
Tanto San Albano como Pucará guardaron un prolijo y prolongado silencio que sostienen hasta el día de hoy en que se desarrolla el juicio contra los ocho acusados de matar a Fernando, a quien lo emboscaron mientras tomaba un helado, lo golpearon desde atrás hasta que cayó al piso y ahí lo patearon en la cabeza hasta matarlo. Fernando tenía 18 años.
Pero, ¿cómo se llegó a eso? El rugby masculino de Buenos Aires se gestó a partir del elitismo, el machismo y una ideología de formación de ciertos valores que hacen hincapié en la individualidad de los jóvenes según su clase, pero también en una política del “aguante” al compañero, a quien -vaya paradoja- se lo somete a una inusitada violencia cuando debuta en la primera del club.
Desde hace un tiempo, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) y varios clubes intentan promover talleres para padres y madres, entrenadores y dirigentes con el fin de ver qué hacer y cómo abordar los “consumos excesivos” que suceden en las “previas” y en el club en el “tercer tiempo”. También se destaca la experiencia de “Espartanos” la iniciativa que a través del rugby lleva a unas 15 unidades penales argentinas los valores positivos del deporte para lograr la resocialización de las personas privadas de la libertad.
Los “valores” del rugby
Sin embargo, los episodios de violencia protagonizados por rugbiers siguen demostrando que el problema está en la intención que algunos jugadores defienden: la formación en “valores” como el sentido de equipo, el sacrificio, el aguante al dolor, la resistencia, siendo todos estos para formar varones “con clase” y animales en la cancha. ¿Qué pasa cuando los jugadores-animales salen a la calle?
Los efectos de revelarse ante la palabra “santa” de la autoridad y cuestionar cualquier sanción, para ellos solo sería rendirse ante su individualismo o sino, ¿cómo es que ninguno puso un freno cuando otros fueron directamente a matar a Fernando?. Por el simple hecho de someter al otro, porque esa sigue siendo, mal que les pese, la misión que los forma.
En la cadena de hechos aislados, muchos actores del rugby plantean el asesinato de Fernando Báez Sosa como producto de una sociedad violenta respecto de la cultura juvenil para sacar la pelota hacia afuera de la cancha del rugby. Pero no: el deporte mismo combina una educación clasista que acostumbra a vincularse entre pares del mismo entorno social imponiéndose frente a otros despectivamente, y también machista, donde estar entre varones parece ser el alto centro de la sociedad.
“En estas vacaciones seguís representando a tu club. Llevá la camiseta dentro y fuera de la cancha. Honrá nuestros valores y colores estés donde estés”, publicó San Albano el pasado 8 de enero, seis días después de que iniciara en Dolores el juicio por el asesinato de Fernando.
No existen antecedentes de gimnastas, ni de futbolistas, ni de nadadores que hayan cometido semejante hecho. Ni siquiera algo que se le parezca. Ningún tenista, ningún jugador de basquet, nadie que juegue al tenis de mesa ni siquiera que se dedique al boxeo planeó jamás algo parecido: salir de un boliche expulsado y complotarse para golpear a una persona hasta matarla. Ocho contra uno. Y con el uno en el piso.
Respecto del silencio sostenido que los clubes que se asientan en nuestro distrito deciden mantener, solo se comprende que ausentar su repudio, sigue apelando a promover “los valores de la familia del rugby” y a la no reflexión de la violencia jerárquica. Mientras tanto, sin crítica ni autocrítica pública, lamentablemente, es posible que este caso que moviliza a toda la sociedad no sea el último.