Antonio Cruz Roa tiene 73 años y una historia que contar: es uno de los fundadores del Barrio 2 de Abril, en Rafael Calzada,el último de ellos con vida. “Contar la historia del barrio significa contar la historia del país en los años setenta. Cómo nos organizamos, dónde, quiénes éramos”, empieza diciendo en una larga charla con Brown On Line en la que recuerda cómo un 28 de noviembre de 1981 los vecinos tomaron las tierras para reclamar por el derecho a la vivienda y tras años de lucha lo lograron.
“No fue fácil porque todo lo hicimos nosotros”, resume Antonio sobre la movida que implicó años de lucha y trabajo conjunto, en un contexto de país complejo: gobernaba la dictadura militar que había golpeado en 1976 y toda actividad social y política era plausible de represión.
Los terrenos que hoy forman el barrio 2 de Abril fueron objetos de expropiación del gobernador militar: planificaban construir algo parecido al Barrio Don Orione, que empezó en 1975 como un negociado con empresas ligadas al gobierno militar, como la empresa de Franco Macri, que fue la que inició el trabajo en Claypole. “Nos movimos y empezamos a preparar la ocupación de los terrenos: 107 manzanas. Fuimos juntándonos con algunas organizaciones y encontramos terrenos para ubicarnos. Fueron los estudiantes católicos los primeros que se pusieron al frente de la organización. Lo hicimos para conseguir terrenos disponibles y ocuparlos. Fue en 1980.
“Primero se fueron ocupando terrenos en la zona de Quilmes, siguió en Almirante Brown y en Varela posteriormente. Los expulsados buscaban una solución a algo que tenga que ver con lo social y por eso era tildado de terroristas”.
“En la toma había gente de Quilmes, de Almirante Brown, de Avellaneda. Y había hijos de vecinos nuestros, personas que disparaban de la represión, otros que venían del interior y muchas familias de Capital Federal expulsadas debido a la construcción de las autopistas del brigadier Osvaldo Cacciatore, intendente de la Ciudad de Buenos Aires designado por la junta militar. “Había gente expulsada de Capital. Y los expulsados eran pobres. Por algo la iglesia fue quien colaboró con la gente que como yo nos quedamos sin casa. Yo vivía en Brown pero tampoco tenía poder para comprarme un terreno: estábamos sin trabajo, había un hambre, estábamos a la deriva”, rememora Antonio.
El barrio se fue haciendo como un mosaico integrado por entrerrianos, santafesinos, misioneros, chaqueños, correntinos y algunas personas que venían de Chile corriendo de la dictadura de Pinochet fue armando el barrio. “La construcción del barrio 2 de Abril tenía una característica muy especial: mucha gente joven de grandes valores para organizar el trabajo y la lucha por las tierras”.
-Cuarenta años después subsisten los mismos problemas, Antonio: la falta de acceso a la tierra, la imposibilidad de comprar una propiedad.
-En ese aspecto estamos igual que antes, como siempre estamos la gente más pobre. Nunca podremos solucionar este problema porque casi siempre la justicia está más del otro lado que del lado nuestro.
La iglesia, la expropiación, la lucha
“La iglesia de Quilmes tenía una postura política totalmente distinta a la mirada que tenía la Diócesis de Lomas, que estaba ligada a negocios con el gobierno militar. Y el hecho de que la gente ocupó el lugar, jorobó sus propósitos. La iglesia se enfrentaba internamente y las presiones que teníamos venían más que nada por el lado del gobierno militar”, dice Antonio.
“Es un caso muy especial el de 2 de Abril. Tuvo mucha trascendencia en ese tiempo porque fue un hecho inaudito. Logramos que el gobierno de entonces aprobara una ley de expropiación, con la cual para nada estaban de acuerdo, pero que la presión de tanta gente hizo que se logre. Éramos conscientes de que la expropiación era una medida de máxima y por eso nos creamos enemigos políticos de un lado y otro que intentaron dividir al barrio, pero seguimos adelante”, cuenta Roa.
En el año 1985 tras marchas de los vecinos y una resistencia tenaz, el Congreso bonaerense dictó la ley de expropiación y los vecinos, de forma legal, pasaron a ser propietarios. “Para 1989 ya teníamos los primeros títulos de propiedad”, recuerda Antonio.
La lucha contra la dictadura
Hubo un momento en que la policía cercó el barrio para que nadie pudiera salir. “El que salía no volvía. Los vecinos de barrios cercanos arrimaban agua, mercadería, comida y así fuimos quedándonos”, recuerda Antonio.
Antonio militaba en la Juventud Peronista de Brown, vivía en el barrio Sakura de Burzaco. Perseguido, con sus compañeros detenidos primero y desaparecidos más tarde, debió pasar a la clandestinidad. “No queríamos dejar en el olvido la historia de los compañeros del barrio Sakura que fueron secuestrados y desaparecidos. Al año de eso, estábamos denunciando el hecho judicialmente y haciéndolo público”.
Le decían “el monte” a lo que iba a ser el barrio. 500 familias fueron las primeras que desembarcaron. Para identificar las necesidades, hubo reuniones en la iglesia, charlas en sociedades de fomento, donde se conocía a cada familia y sus necesidades de vivienda. “Ahí se planteaban los problemas y la falta de vivienda era el principal”. Nadie hubiera pensado que ese lugar, en rigor un monte eucaliptus cedido a personas cercanas a la iglesia que sembraron esos árboles para la explotación industrial papelera, iba a ser un barrio. “Era un monte tupido de 107 hectáreas y para los vecinos de los barrios de alrededor, Solano, barrio San José, significaba un peligro tener ese monte porque no le brindaba seguridad a sus viviendas. Por eso tuvimos bastante apoyo de los vecinos para la creación de 2 de Abril”.
La sociedad de fomento, la clave
La empresa Alguacil, que explotaba el lugar, inició juicio a los vecinos para desalojarlos. “Hay que rescatar la creación de la sociedad del fomento del barrio 2 de Abril. Ahí empezó el tratamiento legal de la cuestión del barrio, porque no teníamos quien nos representara”, dice Antonio de la sociedad de la cual fue el primer presidente.
“Con la sociedad de fomento fuimos reconocidos. Por suerte me tocó encabezar la primera comisión directiva de esa sociedad de fomento y ahí empezamos la negociación. Por suerte ya estaba la democracia, con el gobierno radical y con el peronista a nivel local. Pero ninguno estaba de acuerdo en la expropiación, que era nuestro pedido. Ya había 2700 familias viviendo”. En la actualidad hay 30 mil familias viviendo en el barrio.
Aunque en democracia siguieron las bandas de matones, que golpeaban a los vecinos o les tiraban abajo las casas, no se achicaron. Le plantearon el tema al mismísimo presidente Alfonsín, quien le envió una carta diciéndoles que iba a hacer lo posible. Pero hasta la sanción de la ley de expropiación, a pala, pico, hacha y machete desmontaron y abrieron las calles, dejaron espacios libres para las salas de emergencia, la plaza. O sea, diseñaron el barrio. Fueron cuatro años duros. Los combatieron reforzando las charlas, organizándose con delegados por manzana, tratando de que no cunda la división.
“La empresa quería 2,5 millones de dólares por los lotes. Era una locura ese dinero para nosotros y les propusimos la sanción de una ley para negociaron con el gobierno y no con la empresa. Al gobierno le convenía también porque éramos una masa importante de gente”, dice Antonio.
“Conseguimos una tasación de 1 millón de dólares por parte de las inmobiliarias de la zona, pero insistimos en que sea el Estado quien tase las tierras. No podíamos pagar más de 10 mil pesos de acuerdo al laburo que teníamos. Y logramos una tasación en 500 mil dólares. Así, cada uno fue pagando, según la ubicación y las medidas, entre 800 y 1400 pesos por mes.”
La coyuntura de una Argentina estallada por la hiperinflación los ayudó. “El descalabro económico del gobierno de Alfonsín nos ayudó. Un terreno por el que nosotros pagamos 1200 pesos por mes y en ese momento salía más barato el pasaje de colectivo. Entonces el gobierno saldó la cuestión con un boleta con la cual se nos adjudicaron los terrenos”.