Los dos silbatazos largos que se escucharon en Plaza Constitución a las 15:29 del 14 de octubre avisaban que partía a Mar del Plata el tren 303. Fueron sonidos potentes pero se mezclaron de inmediato con el bullicio de la estación. Enseguida pasó un vendedor, se oyó el altavoz y todo siguió como de costumbre, salvo por algo histórico: esos dos silbatazos fueron los primeros que una mujer guarda dejó flotando en el aire de una estación para darle vida a un servicio de larga distancia en nuestro país.
La mujer que pronunció esos silbatazos se llama Daniela Ibarra, es vecina de Longchamps y ese día a esa hora, se convirtió en la primera mujer guarda de la República Argentina y lo hizo con un viaje a Mar del Plata. “Abro un nuevo camino para que muchas chicas se animen a tomar esta responsabilidad. En algún momento creo que hasta tendremos conductoras. Está cambiando todo”, dice Daniela, entusiasmada. Y entusiasmando.
“Trabajé 14 años en el ferrocarril de larga distancia como azafata y pude conocer muchísimos guardas. Fue tan interesante para mí que quise ser como ellos”, resumió Daniela, la mujer que trajinó las vías y los andenes. Seis años demoró el curso de Daniela para meterse en un espacio que era solo para hombres hasta ese histórico 14 de octubre. “Era algo muy difícil, cada vez que me contactaba con el Gremio (Unión Ferroviaria) me cerraban las puertas en la cara. Me decían que La Fraternidad (el sindicato que los agrupan) no quería que ingresen mujeres”, le dijo Daniela al diario El Marplatense.
Los últimos seis años planteó en la empresa una inocultable cuestión: “Como la mujer estaba siendo parte de un montón de ámbitos que antes no y les cuestioné constantemente cual era el motivo por el cuál si había mujeres en el subte, teniendo este rol, qué pasaba con las que queríamos realizarlos en largas distancias”, narra Daniela.
Y lo logró, junto a varias organizaciones que la apoyaron pudo tomar el curso y recibirse junto a 12 compañeros. “Conseguimos hacer fuerza para que tengamos la posibilidad de tomar puestos que son casi de jefatura”.
“El día que tengo que tomar servicio me levanto muy temprano y feliz. Me plancho mi camisa, preparo mi corbata, tomo un colectivo y luego un tren para llegar a Plaza Constitución, siempre una hora antes de tomar el servicio. Tengo un chequeo médico que me realizan para saber si estoy apta para subir al tren, controlan alcohol y drogas”, revela.
“Ya cerca a la hora de partida tengo que saber que todos los pasajeros hayan subido al tren y que no tengamos ningún inconveniente en la ruta para poder despacharlo. Recién allí puedo tomar la orden”, explica. Daniela explica que cuando el tren está detenido en la estación se lo considera propiedad del auxiliar y aclara: “Una vez que yo tengo la orden de salida pasa a ser mi tren; soy la máxima autoridad dentro”.