Mauro Alejandro Melo decidió que sus vacaciones no eran más vacaciones cuando el 10 de marzo vio arder las montañas de la Comarca Andina del Paralelo 42. Habló con su amigo, lo saludó y se fue a Lago Puelo, desde donde llegó esta mañana para cooperar en la reconstrucción de las viviendas de las cientos de familias que perdieron su casa en el incendio del paraje La Golondrina, en las montañas de El Hoyo, en la provincia de Chubut.
El joven, 30 años, dueño de Rothar, un restaurante-cervecería en Llavallol, a metros de la fábrica Canale, supo por un amigo de Bariloche que la situación aquí era realmente complicada y decidió formar parte de las brigadas solidarias de vecinas y vecinos que se acercan al barrio para tratar de ponerlo de pie luego del infierno en que se convirtió ese fatídico martes 10 de marzo, cuando ardieron 14 mil hectáreas de bosque en una tarde.
“Estaba en la casa de un amigo en Villa La Angostura, adonde había llegado el 7 de marzo. Me enteré del incendio, otro amigo de Bariloche me dijo que era muy necesaria la ayuda y tomé la decisión de venirme”, le dice Mauro a Brown On Line, que llegó hasta aquí una semana después del histórico incendio que ya se cobró tres vidas.
“Sabía que faltaba gente acá y preferí perder unos días de vacaciones pero estar ayudando. Sentía que tenía que estar acá y tenía ganas de dedicarme a esto: pala, motosierra y de lleno a laburar en la reconstrucción de las casas”, dice Mauro, antes de que alguien lo llame para pedirle que corte un árbol.
Fanático de Temperley, scout, con un marcado perfil social, Mauro porta ahora una motosierra con la que debe cortar un árbol imposible de medir, tumbado en el suelo del que todavía emana un intenso olor a quemado.
Todo está devastado. Los árboles son postes desfoliados y teñidos de negro. En esta porción del barrio, 35 familias perdieron su casa, sus huertas, sus árboles frutales, sus mascotas, sus documentos, su ropa, sus camas. Se estima que 350 familias vieron reducidas a cenizas sus viviendas y otras 135 casas sufrieron daños serios. Por eso necesitan de la ayuda de muchas personas que como Mauro, por suerte, todavía piensan en el otro.
Textos y fotos: Esteban Raies