Con barajas de póker, con cuerdas, a veces con monedas, con banditas elásticas, con bolas, con pañuelos. “Uso distintos códigos según el espectáculo. Si los espectadores son niños vamos a los colores, a los números y no a los naipes”, aclara Santiago Madrussan, 18 años, de Adrogué, mago por sobre todas las cosas, estudiante universitario y un apasionado del arte del ilusionismo, el que más rápido convierte lo imposible en un hecho.
El joven de Adrogué empezó con close up -magia de cerca- y luego pasó a la magia de salón, para una mayor cantidad de gente. Se metió casi en seguida a trabajar con un público infantil. “Soy mago/ilusionista. Mi meta es vivir de la magia, de este arte tan hermoso de la magia. Mientras tanto hay que trabajar y hacer lo posible para que eso suceda. Y hay que hacer un poquito de magia también.”
Reviviendo el espíritu de René Lavand, el mago de una sola mano y creador del “no se puede hacer más lento”, Santiago se mueve con la lentitud del prestidigitador, conoce las curvas dramáticas y sabe de pausas, de tonos altos y de silencios.
“A la gente le devuelvo algo de lo mucho que me da la magia a mí. Los magos perdemos un poco la capacidad de asombrarnos, pero recuperamos eso en el rostro de la gente, en la cara asombrada de los niños y en el famoso niño interior que todos tienen adentro”, le dice el mago a Brown On Line.
Aunque el nada por aquí, nada por allá sea común en la vida de Santiago Madrussian, es posible encontrarlo jueves y domingos a las 20 en la cervecería Baum. “Donde la gente me llama, llevo la magia.” En Baum (Mitre 1184, Adrogué) camina por las mesas y ofrece sus trucos a milímetros de los ojos.
“Es fascinante el mundo de la magia”, dice el joven que empezó luego de que un amigo le mostrara unos trucos simples que lo maravillaron. Santiago pensó, “yo también puedo hacer eso”. No se lo dijo a nadie. Se hizo de los elementos y frente a sus padres reprodujo el truco. Adivinó en sus caras de asombro que el de la magia podía ser el camino de su vida. Enseguida, la fuerza de la magia se lo llevó puesto: estudió de modo informal hasta que sus padres lo sentaron para decirle que tenía que hacerlo seriamente, que ese era el camino.
Hizo teatro cómico, clown, comedia del arte. “Me voló la cabeza y dije ´esto quiero hacer´. Supe que lo mío era la magia y como no hay un Hogwarts para magos como en Harry Potter decanté en el estudio de la licenciatura en actuación”. Hoy estudia esa carrera en la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
A los 14 años ya producía espectáculos para eventos sociales: hacía trucos en cumpleaños, en fiestas de todo tipo, arrancaba aplausos y miradas asombrosas. Su escenario son las redes sociales. Por zoom toma clases y da clases también en la misma escuela en la cual estudio. “Estoy super contento con quienes me dieron trabajo durante la pandemia. Lo hice de forma virtual y estuvo bien, pero no hay nada como un truco frente a los ojos del público, lo más cerca posible y esa sensación única de hacer que suceda igual”. Aunque haya mil ojos mirando.
Hizo el 6 de enero, Día de Reyes, un streaming a través del Instituto de la Culturas de la Municipalidad de Almirante Brown, gratuito y para todas las familias. “Hay mucho profesionalismo en el equipo de Cultura del Municipio y eso hace que los artistas trabajemos cómodamente y podamos mostrarnos no solo a Brown sino también a la región”, agradece el mago y enseguida desaparece, con un movimiento imperceptible y bañado por una cortina de aplausos.