Hace diez años, feriado por el Censo 2010, la mayoría de los argentinos estaba en su casa esperando el censista cuando se conoció la noticia que quebró a la política argentina: el ex presidente Néstor Carlos Kirchner tuvo un paro cardíaco del que no pudieron reanimarlo. Tenía 60 años.
Su fallecimiento abrió una nueva etapa en el proceso político que Argentina había iniciado en mayo de 2003, cuando el también gobernador de Santa Cruz asumió la presidencia con sólo 22 por cientos de los votos, menos que la desocupación que afectaba a nuestro país que aún sufría los resabios de la crisis política, economía y social de 2001.
“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”, dijo en su primer discurso como presidente y dos días después demostró un gesto que iba marcar su gestión: viajó a Entre Ríos para firmar un acuerdo con la provincia y terminar con un largo conflicto docente.
“Tenemos que estar donde están los problemas. Nos faltarán muchas cosas, pero no nos falta la fuerza, ni la decisión de construir una Argentina distinta donde todos podamos vivir”, dijo Kirchner que en los primeros meses gestión bajó nueve puntos la desocupación y su popularidad se multiplicó acompañada de un fuerte rebrote económico, con recuperación del consumo y con políticas sociales.
El pago de la deuda al FMI, el fortalecimiento del Mercosur y la Unasur, su política de derechos humanos fueron pilares esenciales de su gestión. “Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades”, dijo en la ex ESMA, el 24 de marzo de 2004, luego de haber bajado el cuadro de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone del Colegio Militar. Y se convirtió en remera.
En apenas siete años, aunque en la política pueden ser una eternidad, el hijo de un trabajador postal descendiente de inmigrantes suizos y de una chilena descendiente de inmigrantes croatas, que era casi un perfecto desconocido para la mayoría de los argentinos y argentinos, se inmortalizó para siempre dejando como legado una nueva forma de hacer política, que le da identidad no sólo a los que se sienten parte sino, y muchas vece sobre todo, a los que se paran en la vereda de enfrente.
Generación Kirchner
La juventud que había crecido en los años 90, donde el discurso de la antipolítica estaba encarnecido en la sociedad, encontró en Néstor y Cristina una invitación a involucrarse. “Que florezcan mil flores”, solía repetir el expresidente. Kirchner dejó un legado imborrable en al menos dos generaciones. Los nacidos en los años 70 y 80 venían de años de convertibilidad, pizza y champagne, indultos, desasosiego y desocupación. Y quienes nacieron más acá hicieron propio la invitación a involucrarse.
“Néstor sacudió a toda una generación. Antes de él los jóvenes, que siempre nos caracterizamos por la rebeldía, estábamos quietos, sumidos en el individualismo de los años 90. Nos dimos cuenta de que Néstor nos hablaba a nosotros, nos estaba convocando a ser protagonistas. Propuso una transformación de una política verdadera”, le dice a Brown On Line la concejal de Almirante Brown Andrea Bonetto.
“La veía a mi mamá llorar en los aniversarios de Evita y de Perón, pero lo veía como algo muy lejano, imposible, como una película. Mi abuelo consiguió trabajo en Siam a partir de una carta que le mandó a Evita y mi abuela me hacía escuchar los discursos de Perón en un cassette. Yo tenía 10 años y entendía de qué me hablaban, pero en mi adolescencia el peronismo no era un espacio donde te sentías representado ni los jóvenes eran protagonistas”, dice la edil y vecina de Longchamps.
“En los 90 nos metieron el individualismo y hablar de política en esos años era ser visto como un bicho raro. Néstor llegó para revolucionarlo todo. Lo mirábamos con desconfianza al inicio, un poco por desconocimiento. A mí me terminó de conquistar cuando bajó el cuadro de Videla, ahí supimos que iba en serio lo suyo. Dos días después de asumir fue a Entre Ríos a solucionar un largo conflicto docente. Ahí sentí que estaba viviendo el verdadero peronismo”, amplía Bonetto.
Y remata. “Néstor y Cristina son los continuadores de aquel peronismo. Se empieza a hablar de política en la agenda a partir de su gestión.. Es que Néstor le devolvió a la política su capacidad de ser una herramienta de transformación. Lloré, embarazada de mi hijo, el día que murió y ahí entendí a mi mamá llorando por Perón y Evita. A mi Néstor me cambió la vida.”