Lorena Ayerbe y Valeria Rosetti son pareja desde hace 12 años, enfrentaron miedos y complejos propios, prejuicios ajenos, litigios legales y tratamientos de fertilización asistida hasta lograr ser madres de “Emita”. Hoy aseguran que les dice “mamás”. “Todo valió la pena”, al mirar el camino que recorrieron juntas.
Las mujeres, que celebrarán mañana el “Día de las mamás” con globos de colores porque “eso le encanta a Ema” se conocieron a través de Internet en 2008, “cuando no era ni tan común, ni tan peligroso como es ahora hablar con un desconocido por la red”, contó entre risas Lorena, de 41 años, en diálogo con Télam.
Ella vivía en Campana con sus padres, su hermana y su hermano mellizo, pero nunca había manifestado su elección sexual. “Mi familia es muy religiosa y si bien no vivía en un pueblo, es un lugar chico, todos nos conocemos, saben qué hace o deja de hacer el vecino”, explicó.
“Cuando conocí a Vale y nos dimos cuenta que iba en serio me mudé con ella a Villa Luro, pero a mi familia le dije que me mudaba con mi amiga”, dijo. Sobre aquel momento, evocó: “Me costó muchísimo procesar mi elección sexual en primer lugar y, después, poder hablarlo. Necesité ayuda psicológica, no fue nada fácil, aunque es verdad que también era otra época”.
Ser madres hoy
Lorena recordó que Valeria, de 43 años, “siempre” manifestó sus deseos de ser madre. “Era un tema que hablábamos todo el tiempo, yo sentía que era traer a alguien al mundo a quien iban a juzgar por ser hija de dos mujeres, no quería eso; también teníamos la contradicción de que el bebé sería anotado sólo como hijo de la que lo geste y tampoco queríamos eso”.
“En 2018 decidimos comunicarles a nuestras familias que íbamos a casarnos porque queríamos ser mamás y les dijimos las dos cosas a la vez”, apuntó Lorena, una determinación para la que fue fundamental la ley de matrimonio igualitario sancionada en 2010 en la Argentina.
“La ley influyó completamente en la decisión de ser madres, nos dio ese empujón, ese respaldo legal para poder ser consideradas una familia, con todos los derechos como tal”, detalló.
La pareja oficializó el matrimonio en mayo de ese año y comenzó el tratamiento de fertilidad asistida en octubre en una clínica de Quilmes, la única que la prepaga con la que cuentan les cubría en su totalidad.
“Además del tratamiento de fertilización necesitábamos un banco de esperma y el único lugar era ese, pero no nos convencía, no era de nuestro agrado e intentamos conseguir otro lugar. La prepaga decía que ellos cumplían con la ley al proporcionarnos ese lugar, que si queríamos otro corría por nuestra cuenta”, explicó la mujer.
Entonces “decidimos dejar de discutir con una pared, nos recomendaron una clínica de Nuñez que podía ayudarnos en todo el tratamiento, de principio a fin, al que teníamos que acceder con nuestros ahorros, pero no lo pensamos demasiado”, apuntó Lorena.
“Los primeros meses no fueron fáciles, el tratamiento a nivel psicológico es tremendo, te hace pasar por mucha incertidumbre, angustia, la espera es devastadora y cuando te llega el negativo se te viene el mundo abajo”, recordó y explicó que fue en la segunda implantación en la que se logró la fecundación.
Lorena recordó que para ese entonces ya se habían mudado a Campana, donde actualmente viven, y que a medida que crecía su vientre todos los vecinos se acercaban a felicitarla y decirles “cosas lindas”. “Yo le tenía mucho miedo a los prejuicios pero la verdad que sólo recibí cariño y apoyo”.
Ema nació el 3 de octubre del año pasado. “Es todo para nosotras, tener una hija con la mujer que amas después de todas las dificultades que tuvimos que atravesar te da una tranquilidad en el corazón que no se puede explicar”, contó emocionada Lorena.
“Estoy muy feliz de no haber bajado los brazos, me gustaría poder decirles eso a las parejas que están pasando por lo mismo; siempre para adelante, hay que intentarlo y seguir luchando porque lo vale. Hoy Emita nos dice mamás y todo valió la pena”.