Glew, una de las localidades con más historia de Almirante Brown, cumple 155 años. Sus anchas calles y árboles centenares acompañan al peculiar paisaje que combina signos rurales con lo urbano. La ciudad de Glew le debe su nombre al exdueño de las tierras Juan Glew, que desapareció sin dejar rastro alguno de su siguiente ubicación.
Juan Glew edificó en Avellaneda y Moreno, frente a la estación de trenes, el primer almacén de ramos generales. Vendió parte de las tierras al Ferrocarril del Sud por un precio total de 8000 pesos. En marzo de 1865, don Juan Glew donó un terreno de su propiedad para las vías y la estación del futuro Ferrocarril Sud.
Desaparecido don Juan Glew, la vieja estancia fue alcanzada por el progreso con la entrada de las vías del ferrocarril y se fue dividiendo en las parcelas que dieron origen al pueblo. Sus descendientes dividieron el campo heredado y se adjudicaron distintas fracciones. Una parte del campo dio origen a la primera formación del pueblo, hoy llamado “Pueblo Viejo“.
Al transcurrir los años, la estancia de Juan Glew se fue transformando en un conjunto de chacras y tambo. Años después, los terrenos ubicados al este de las vías dieron origen al llamado “Pueblo Nuevo de Glew“. El nuevo pueblo crece poco a poco, más comercial, va aumentando la población y con ello la necesidad de fundar escuelas. Sarmiento firmó el edicto para la fundación de la Escuela Nº 4 en Ministro Rivadavia, y en 1905, se trasladó a Glew.
Soldi, el hombre que eligió Glew para ampliar su universo pictórico
Raúl Soldi se crió escuchando la música de sus hermanas, el violoncello de la menor y el piano de la mayor. A los seis años empezó a escribir y recién a los 15 comienza a desandar el camino que lo iba a llevar a ser una marca en la pintura no sólo de Glew, por haber pintado los frescos de la Capilla Santa Ana, sino también en el mundo: es el único pintor argentino que tiene dos cuadros con su firma en El Vaticano.
A los 16 años empezó a hacer reproducciones de las obras de Benito Quinquela Martín y Cesáreo Bernaldo de Quirós. La revistas Caras y Caretas publicó esos trabajos. Entonces, el niño Raúl pensó en la Italia de sus padres, en los pintores clásicos y en las corrientes que sabía que estaban pintando el mundo desde allá.
Viajó. Recorrió museos y se llenó del aire del Viejo Continente. Volvió a la Argentina con la firme idea de estudiar Bellas Artes, pero dejó a los pocos años y volvió a cruzar el océano. Ya era 1924.
El tema principal de la Iglesia es la vida de Santa Ana, madre de María, pero el escenario donde se desarrollan las escenas es el mismo pueblo. El nacimiento de la Virgen tiene lugar en el patio de una casa que está en la esquina de la iglesia. Soldi pintó molinos y animales. Las figuras de los frescos son más de sesenta y hay unos doscientos cincuenta metros cuadrados pintados con frescos.