Los síntomas más populares de la Covid-19 son la fatiga, la congestión nasal y la tos, con el inconveniente de que no permiten distinguirla de un resfriado común o una gripe. Sin embargo, la infección por de este virus también produce en muchas personas una perdida de olfato y del gusto.
La anosmia, o las alteraciones del gusto, se han descrito tanto en pacientes graves hospitalizados como en pacientes con síntomas leves. La sensación que nos permite distinguir los sabores al comer se encuentra en unas estructuras de la lengua, las papilas linguales.
Estas papilas tienen unos receptores denominados yemas gustativas formadas por 3 tipos de células: células receptoras gustativas, células de soporte y células precursoras o basales. Por lo que es probable que el virus infecte en las yemas gustativas de la misma forma que lo hace en la nariz.
El techo de las fosas nasales está tapizado de epitelio olfatorio, un tejido formado por 3 tipos de células: células basales, neuronas sensitivas olfatorias (que sobreviven entre 30 y 60 días) y células de soporte. Lo que ocurre con SARS-CoV-2 es que tiene una especial facilidad para meterse en las entrañas de estas células.
La buena noticia es que es posible recuperar tanto el sentido del olfato como el sentido del gusto. De que así sea se ocupan en la nariz las células basales, que son las encargadas de volver a formar las neuronas sensitivas olfatorias. En este proceso se tardarían unos 60 días, por lo que, una vez superada la enfermedad, la mayoría de los pacientes deberían de recuperar el olfato en un plazo máximo de 2 meses.
En cuanto a las células receptoras gustativas, se regeneran a partir de las células precursoras cada 10-14 días. Por tanto es previsible que el gusto se recupere antes que el olfato.