Un equipo de trabajadores con discapacidades de la ONG En Buenas Manos fue incorporado a trabajar en La Serenísima de Longchamps luego de que la pandemia provocara que se quedaran sin su trabajo habitual.
Con pulverizadores, los trabajadores de En Buenas Manos desinfectan totalmente los vehículos antes de que salgan a la calle. “Una acción indispensable”, reafirma Mariano Helou, gerente general de Logística de la planta de Longchamps.
En Buenas Manos es una ONG con más de 130 asociados con discapacidades: sordos, ciegos, personas en sillas de ruedas, que ofrece distintos servicios: “Masajes brindados por personas ciegas, distribución de frutas por personas sordas, belleza de manos realizadas por mujeres en sillas de ruedas, entre otras cosas”, cuenta Jimena Olazar, integrante de la ONG.
Sus asociados están organizados en grupos de trabajo que realizan diferentes tareas. Además de autosustentarse, la ONG busca hacer visible una cuestión: que quienes tiene una discapacidad pueden hacer un trabajo de calidad.
“Decidimos lanzar el servicio de desinfección contra el coronavirus, llevado adelante por nuestro equipo de personas sordas”, explica Olazar. “Se trabaja bajo el protocolo de seguridad y sanidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, agrega.
“Cuando nos golpeó el impacto del Covid-19, decidimos no bajar los brazos. Por eso, en estos momentos cuando las empresas deben extremar el cuidado de las personas, lanzamos servicios que apuntan a combatir la expansión del virus en los lugares de trabajo”, dice Olazar.
No solo personas con discapacidad integran el grupo de trabajo. Santiago Amenta, un estudiante de programación sin dificultades auditivas, es uno de los que se encarga de desinfectar la fábrica junto a Enzo, su compañero sordo.
“Cuando se me presentó la oportunidad de trabajar ni lo dudé, más en esta época tan difícil. Al enterarme de que mi compañero era sordo lo tome como un desafío. Aprender otro lenguaje era algo que no tenía previsto, para nada. Y hoy me siento un afortunado. Los gestos dicen más que mil palabras”, cuenta Santiago.