“Me mordí la camiseta, le hice dos agujeros para meter los dedos y seguir jugando. Había pasado por muchas cosas difíciles y ni loco iba a dejar la final”. Así explicó José Luis “Tata” Brown, que murió ayer a los 62 años, el momento en que en la final por la Copa del Mundo de México 86 se sacó el hombro y se negó a salir de la cancha.
Brown sufría una enfermedad neurodegenerativa que los obligó a estar internado en un centro médico platense los últimos días hasta que ayer se conoció la noticia triste.
En la final contra Alemania, en la que la albiceleste derrotó a los alemanes por 3-2, el primer gol de Argentina lo hizo Brown con un inapelable cabezazo.
Más allá de su gol en la final, hubo una anécdota que marcó al Tata Brown y que demostró el carácter del que estaba hecho. En la segunda mitad, el Tata chocó con un rival y se luxó el hombro. Estaba dolorido y lo normal era que hubiese abandonado la cancha. Pero él se negó a salir.
El Tata, con su camiseta con el número 5 agujereada, terminó el partido y celebró una victoria para la eternidad. Brown es historia de Argentina y su huella permanecerá para siempre imborrable.