“Recordar es volver a pasar con el corazón”. El humorista gráfico Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute, recordó esa frase de Eduardo Galeano para referirse a “Diario de un hijo”, una autobiografía ilustrada que cuenta el vínculo entrañable que tenía con su padre, el inolvidable Caloi, fallecido en 2012.
Tute, quien junto a su familia vivió parte de su infancia y juventud en las calles de José Mármol, volvió ayer a su barrio para presentar su última novela gráfica en la Feria del Libro de Almirante Brown ante un auditorio Rodolfo Walsh colmado.
Junto a un amigo desde la adolescencia que ofició de moderador y le dio un tono más intimista y cálido a la charla, Tute conversó sobre lo que él presenta como “mi duelo dibujado”, la relación con su papá desde su nacimiento hasta su muerte pero también el relato de su origen como artista, que no estuvo ajeno a la mirada de su padre: “Oscar Wilde decía que en el arte todos somos hijos de alguien. En mi caso mi padre lo era doblemente”.
El autor de los dibujos que aparecen cada día en el diario La Nación, que desde chico se vio como humorista gráfico, contó el día en que su papá le propone que estudie diseño gráfico: “Fue un dolor increíble. Un puñal en el estómago. En el libro me dibujo desangrado en el piso como preguntando `porqué no humor gráfico´, pero en ese momento no le dije nada y, obedientemente, me inscribí en la Escuela Superior de Diseño Gráfico “.
“Mi manza rebelión consistió en dibujar todas las entregas dibujadas. Lo que al comienzo a los profesores les pareció ingenioso, a mitad de año hizo que me odiaran. No terminé primer año y ya estaba en la escuela de (Carlos) Garaycochea”, relató Tute y continúo con la anécdota.
“Muchos años después le pregunté porqué me había dicho eso, todavía con un poco de bronca, lo confieso. Yo me acordaba hasta la baldosa en la que estábamos parados y el tipo me dice: `No, ¿yo te dije eso?”. La empatía de muchos “hijos” presentes despertó risas y aplausos en el auditorio.
El abuelo Perón y el “maestro” Quino
El libro es un retrato familiar e intimo donde Tute reconstruye su infancia, adolescencia, su paternidad, la elección de un oficio y la admiración e idealización hacia a su padre, fanático de los alcauciles y de Juan Domingo Perón: “En mi casa, entre los distintos cuadros familiares, había uno de Perón. Mi hermana menor Aldana creyó durante mucho tiempo que era nuestro abuelo”.
También es el relato de como el humorista abordó el desafió de irse forjando un estilo propio teniendo como padre a un maestro del oficio i pero también la influencia de esos otros “padres postizos”, amigos de Caloi como Roberto Fontanarrosa y Quino.
“Cuando recién comenzaba le di mi carpeta a Quino y me quedé mirando cómo iba pasando los dibujos. Cerró la carpeta y me la devolvió y me dijo una frase que todavía recuerdo “hay que meter el dedo más en la llaga”, cuenta Tute sobre el creador de Mafalda que años después le dio una de las alegrías de su vida cuando lo llamó para felicitarlo por el dibujo que había salido ese día en La Nación.
La duración del duelo
“Tardamos en creer lo que nos duele“. Con esta frase de Ovidio, Tute arranca su libro que nos hace reflexionar, con humor, emoción y sin golpes bajos, sobre cual es la duración del duelo,
“El duelo tiene el tamaño del amor que uno tenía por la persona que se fue“, asegura Tute quien pudo revivir con el libro grandes momentos de su relación con Caloi aunque asegura, en algún punto, “todo recuerdo es ficcional”.
Para el humorista gráfico, la recepción de los lectores le permitió procesar este “duelo abierto”, sus emociones y angustias volcadas en el papel: “Una de las cosas que apaciguo estar tan expuesto con este libro fue ver la respuesta de la gente, que no les ajeno, que cada lector encuentra un espejo para hacer su propio duelo. Y eso me tranquiliza”.