Rafael Nahuel, el joven asesinado el sábado por la espalda durante un segundo operativo de desalojo de un predio contiguo al Lago Mascardi, que la comunidad mapuche reclama como propio, había cumplido 21 años el 15 de agosto pasado. Participaba en actividades solidarias y comunitarias y solía trabajar en distintos oficios para aportar a la casa.
“Es más fácil construir la imagen de ‘enfrentamiento’ con un adulto de casi 30 armado, que con un pibe de 21 que tira piedras.Tampoco era un ‘delincuente’, o un ‘mapuche violento’, o ‘un indio que se la merecía’ como dicen en comentarios en las redes sociales los que hace rato perdieron su última gota de dignidad”, denunció Fernando Fernández Herrero, referente social e impulsor de la experiencia Alto Construcciones en la que muchos jóvenes, como Rafael, se involucraron para aprender un oficio.
“A Rafita lo conocí hace más de 5 años cuando se largó la experiencia Alto Construcciones (la foto es de esa época), en la que pibes desescolarizados de los barrios se integraron a una escuela en Frutillar, a contraturno, para aprender un oficio y hacer una práctica laboral. Mi compañero, Javi Silva, venía acompañanado a un grupo de pibitos en la capilla del Nahuel Hue entre los que estaba Rafita… Flaquito, chiquito, siempre vestido de Boca, tratando de sobreponerse a una realidad familiar muy dificil, y a un barrio que se come a los pibes”, recordó el profesor quien decidió dar a conocer la historia de Rafael muy alejada de la demonización de algunos medios hegemonicos.
“Rafa”, o “Rafita”, como lo llamaban los amigos y familiares, vivía con su familia en el barrio Nahuel Hue, en la zona de El Alto, un lugar muy humilde de esa ciudad rionegrina. Compartía hogar con su madre, su padre y sus tres hermanos.
No era militante mapuche activo pero si tenía familiares y amigos que lo eran. Su tía, María Nahuel fue una de las detenidas durante el desalojo del pasado jueves. Por eso, para acompañar a los suyos, Rafael llegó hasta la comunidad Lafken Winkul Mapu donde el sábado fue asesinado de un tiro en medio de una operativo violento de desalojo de prefectura.
“A nuestros pibes de los barrios empiezan por quitarles las oportunidades, y después les quitan la capacidad de ser actores de la realidad, dejar todo lo que les hace mal, rebuscarse el trabajo y comprometerse con alguna causa que encima defienda sus raíces, es todo lo que podemos soñar los que trabajamos en los barrios, con los pibes,… Rafita era todo lo que podíamos soñar. Ayer lo asesinaron por la espalda”, concluye Fernández Herrero