Dos internos del Cottolengo Don Orione, de Claypole, acompañados de sus entrenadores lograron la proeza de cruzar corriendo la Cordillera de Los Andes, en una competencia que duró tres días y durante la cual recorrieron 100 kilómetros. “Fue una carrera larga, pero algo que parecía imposible se hizo realidad y pudimos llegar”, explica Federico Argüello luego de cumplir un sueño con su compañero Nicolás Aranda y sus dos profesores que lograron realizar la carrera del “Cruce de los Andes”, que se realizó del 3 al 6 de febrero y unió la Argentina con Chile.
Federico y Nicolás tienen una discapacidad intelectual y son atletas del Cottolengo de Don Orione, en Claypole. Junto a sus dos profesores de educación física y otros 1.500 deportistas de 25 países, participaron desde el viernes 3 de febrero del Cruce de los Andes, una exigente carrera que duró tres días y recorrió 100 kilómetros de zona montañosa.
Claudio Montero es uno de sus profesores de educación física, y cuenta que: “El sueño se hizo realidad, estamos felices. Desde mi lugar como profesor de los chicos estoy orgulloso por el rendimiento que tuvieron. Nico y Fede son excelentes atletas y además nos demostraron en la convivencia que son más grandes todavía como seres humanos”. Mientras que Matias López, el otro profesor voluntario, cuenta que: “Fue una carrera muy larga, pero los chicos sintieron el gran apoyo de la gente. Verlos correr me daba mucha fuerza para seguir y no parar. Les agradezco a ellos por el esfuerzo”.
Nicolás confiesa que “sentía que no iba a llegar, pero pude hacerlo. Tenía bronca porque no iba a llegar, pero al final tuve fuerza. Un beso a los chicos (del Cottolengo)”, dice mientras sonriendo lanza un beso a la cámara.
Fede y Nico tienen un leve retraso madurativo y viven en el Cottolengo de Claypole donde participan junto a otros residentes del Grupo Aeróbico, creado en 2006 para disminuir el sedentarismo y la obesidad y mejorar la salud de los residentes a través de la actividad física, el deporte y la recreación. “Imagino que va a ser duro, por eso es que nos estamos preparando corriendo mucho. Un poco cansa, pero vale la pena”, contaba Federico antes de esa carrera que los llevó a entrenar a diario.
Durante la travesía disfrutaron de caminos de montaña con lagos, ríos, bosques y otros paisajes típicos de la Patagonia, y soportaron altitudes superiores a los 2.000 metros sobre el nivel del mar. Y llegaron a pesar de eso, para demostrarse y demostrarnos que no hay discapacidad cuando sobra la voluntad.
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