Con una bicicleta modelo 1995, Leandro Duré partió el 17 de julio de 2022 del cuartel de Bomberos de Solano en Quilmes con el objetivo de pedalear los 13.400 kilómetros que hay hasta Alaska. A casi tres años del inicio de su travesía, ya superó los 16.000 kilómetros recorridos y atraviesa Centroamérica con la misma energía con la que arrancó.
No lo hace solo: lo acompaña Rafa, su amigo de toda la vida, con quien comparte no solo el camino, sino también las experiencias, los desafíos y los aprendizajes que esta aventura les deja a diario.
Leonardo, vecino de Quilmes de 31 años, le gusta desde chiquito andar en bicicleta: “Mi papá siempre me llevaba en el caño de la parte de atrás de la bicicleta al club, a la escuela, a los cumpleaños, a todos lados, y yo iba chocho, me encantaba”. Antes de esta travesia, había hecho recorridos extensos en bicicleta por Argentina. Sin embargo, uno que hizo junto a un amigo desde Río Gallegos hasta Ushuaia despertó esta idea de atravesar el continente. «En un refugio paramos almorzar y había otros cicloviajeros. Charlando, me contaron que venían desde Alaska. No estaba enterado que se podía llegar por tierra, No lo podía creer. Me reí y una nueva aventura empezaba a germinar», contó.
Hoy se encuentran en El Sunzal, en la costa del Pacífico salvadoreño, hospedados en un hotel gracias a la generosidad de un seguidor que quiso colaborar con su viaje. “En este país la hospitalidad llega sin pedir nada a cambio”, asegura en dialogo con Infoquilmes, emocionado por el cariño de la gente que encuentra en el camino.
El recorrido por El Salvador lo llevó a conocer paisajes como el volcán Ilamatepec, el lago Coatepeque y la ciudad de Santa Ana. Pero más allá de los kilómetros pedaleados o los paisajes atravesados, lo que más destaca son los vínculos humanos. “Siempre alguien te saluda, te ofrece agua, comida, un techo o simplemente una charla”, cuenta.
Sin embargo, el camino no siempre fue fácil. Uno de los momentos más duros ocurrió en Perú, cuando fue víctima de un robo dentro de un hostel. Un huésped que compartía habitación con él le sustrajo todo el dinero, documentación importante como su pasaporte, y la cámara GoPro donde registraba la aventura. Lejos de rendirse, Leo tomó esa experiencia como una prueba más en su travesía. “Eso me envalentonó más a seguir adelante”, recuerda.
Otro gran desafío fue cruzar el Tapón del Darién, la densa y peligrosa selva que separa Colombia de Panamá. En lugar de arriesgar su vida en ese tramo, el solanense optó por cruzarlo por mar, a bordo de un bote que tardó tres días en llegar a tierra firme.
Hasta ahora ya recorrió doce países: Argentina, Paraguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y El Salvador. En San Miguel fue recibido por una familia que lo agasajó con platos típicos; en Santa Rosa de Lima, descansó gracias a la Cruz Roja. Y en cada paso, su termo y mate lo acompañan, sorprendiendo a los centroamericanos que se animan a probarlo y hasta incorporarlo a sus costumbres.
A pesar de la ola de calor —con temperaturas que rozan los 40 grados— y la temporada de lluvias, no detiene la marcha. Cambió su rutina para pedalear durante la madrugada y, cada noche, encuentra dónde dormir: una gasolinera, un cuartel de bomberos o la plaza de algún pueblo.
“Pedaleamos con alegría, agradecidos por cada persona que nos cruza el camino y por todo lo que este viaje nos está enseñando”, concluye el viajero, mientras se prepara para su próximo destino: Guatemala, seguido por Belice, México y, finalmente, Estados Unidos. Podés seguir su travesía en Instagram: @lasamericasenbici.