Cinco amigos oriundos de la zona sur del conurbano bonaerense demostraron que la pasión por las motos y la camaradería pueden superar cualquier obstáculo, incluso las desafiantes condiciones de la Carretera Austral en su límite invernal. Luis Ortiz, de Luis Guillón, junto a Aníbal Garibaldi (José Mármol), Juan Palacios (Burzaco), Pablo Valerio (Glew) y Riky Pugliese (Longchamps), conformaron el grupo que bautizó su travesía como «la vueltita en moto».
La aventura comenzó el 21 de mayo, cuando los cinco amigos, sumados a Miguel Milano de Glew quien los acompañó en camioneta, emprendieron viaje desde Buenos Aires hasta San Martín de los Andes. Allí, con las motos ya listas, cruzaron la frontera por el Paso Cardenal Samoré, marcando el inicio de su recorrido por la legendaria ruta chilena.

«La idea era llegar hasta el kilómetro cero en Puerto Montt», comenta Luis en diálogo con Brown On Line. «Si bien teníamos un plan de ruta por días, sabíamos que los imprevistos serían parte del viaje. Y vaya que lo fueron«.
La Carretera Austral los recibió con paisajes imponentes: montañas majestuosas, ríos serpenteantes y, para el deleite de estos motoqueros aguerridos, kilómetros y kilómetros de desafiante ripio. «El paisaje es un espectáculo constante, pero para nosotros, los caminos de ripio son un plus, una adrenalina extra», explica Luis.
Sin embargo, la belleza del entorno se vio acompañada de las inclemencias del tiempo, propias de la época. «Sabíamos que viajar en esta fecha era arriesgado», reconoce Luis, «pero eso le agregó pimienta a la aventura. Lluvia, frío y nieve fueron nuestros compañeros de ruta en muchos tramos».
Y la nieve, precisamente, les jugó una pasada memorable en su regreso. «Hablando de pluses», recuerda Luis, «nos agarró una tormenta de nieve en plena cordillera, camino a Los Antiguos. Tuvimos que pasar la noche en un refugio». Este imprevisto los obligó a modificar su ruta, tomando el escénico Camino Bajo Caracoles hasta alcanzar la Ruta 40, a la altura de Santa Cruz, desde donde continuaron hasta Perito Moreno, enfrentando fuertes vientos y bajas temperaturas.
A pesar de los desafíos, la experiencia dejó una huella imborrable en cada uno de ellos. «La sensación es de felicidad absoluta», afirma Luis con entusiasmo. «En este tipo de desafíos, uno la pasa bien, con los imponderables incluidos».
Para estos cinco amigos, la moto es sinónimo de libertad. «Lo lindo de andar en moto es esa sensación de libertad que te da», reflexiona Luis. «Y con nuestras motos de baja cilindrada, no necesitamos velocidad, lo que nos permite disfrutar cada rincón del paisaje». Incluso las caídas, inevitables en caminos complicados, se toman con humor y se convierten en anécdotas para compartir.
La clave para afrontar este tipo de travesías, según Luis, reside en la preparación y el compañerismo. «Contar con nuestro equipo de campamento nos daba la autonomía para pasar la noche donde fuera necesario. El equipo de lluvia fue fundamental para protegernos, y la ropa de motoquero nos brindó seguridad». Pero más allá del equipamiento, destaca la unión del grupo: «Libertad, camaradería, unión, amistad. En esos momentos, el tiempo no te controla».

Finalmente, Luis comparte una reflexión para aquellos que sueñan con emprender una aventura similar: «Para el que nos sigue y lo quiere hacer solo, que se anime. Para nosotros, esto ya es parte de nuestras vidas».
Esta «vueltita en moto» fue un recorrido por paisajes espectaculares y una prueba de espíritu aventurero y una celebración de la amistad sobre ruedas.