Tres años después de que empezara a nadar en el Polideportivo Municipal de Ministro Rivadavia, Omar Francisco Quintana González se anotó un logro histórico no solo para él sino para todo Almirante Brown: a sus 13 años, este atleta no vidente acaba de ganar la medalla de oro en natación en los Torneos Juveniles Bonaerenses, en Mar del Plata.
“Nosotros le decimos que se pude, que entrene, que va a poder porque va a llegar más lejos”, le dice su mamá, Cecilia, a Brown On Line. Es ella quien debió aprender a soltarlo, es ella quien lo lleva en bicicleta a entrenar y es Verónica, la profe del Polideportivo, quien lo guio hasta alcanzar su logro máximo: el año pasado Omar había obtenido la medalla de plata en la misma competición.
“Lo dejo con los ojos cerrados porque lo cuidan muchísimo”, dice la mamá de Omar sobre Verónica y el equipo del Polideportivo. “El Municipio se portó excelente porque les dieron una atención bárbara, están en un hotel precioso, lo mismo el Poli, que es un lujo, la colonia es excelente. Se ocupan de todos los chicos, no solo de Omar. En Mardel los llevan a la playa y a recitales. Si Omar falta un sábado, la profe me llama para saber si les pasó algo”, cuenta Cecilia.
Llegar a este logro significa algo más que una medalla colgada en el pecho de este joven de Longchamps. Es la confirmación de un trabajo amoroso hecho por mamá y papá, con la compañía de sus tres hermanos, con el cuidado y el amor de su hermana menor, Loana. “Lo sobreprotegíamos mucho nosotros y una profe de la escuela nos dijo que lo dejásemos. Él se maneja solo re bien, tiene en casa sus hamacas, un trapecio, juega a los videos juegos. No se cómo lo hace, pero juega”, cuenta mamá.
“Omar siempre fue un divino”
No solamente nada, Omar. También canta canciones de Queen a viva voz y toca la guitarra. “Lo llevamos a la pileta porque queríamos que esté con chicos de su condición. Estaba creciendo, tenía que tener amigos. Él tiene sus amigos, porque va a una escuela normal desde el jardín de infantes, pero queríamos que conociera a otros chicos”, dice.
“Es muy atento y nunca se porta mal. Estoy súper orgullosa de él. No fue fácil. Cuando era chiquito me la pasaba en los hospitales buscando una solución porque yo siempre me cuidé mucho durante su embarazo. Todos me decían que lo tenía que soltar y que él se iba a caer como pasa con todos los chicos. Me quedaba en la puerta del jardín porque no quería dejarlo solo y el nunca lloraba. Siempre fue un divino”, dice mamá.
“Cuando era chico no sabía cómo tratarlo. Él sabía su número de DNI a sus 2 años, su dirección, todo. Tiene una memoria de elefante, un sexto sentido. No se: se acuerda de muchas cosas del jardín de infantes, del nombre de sus maestras.” Mamá lo ayuda en todo: le lee para que pueda estudiar y de paso estudia ella. “En familia todo se puede conseguir”, dice Cecilia y en el rostro se le dibuja una sonrisa luminosa, que brilla como el oro que ganó Omar.