Este 12 de octubre, cumple su 159 años Glew, una ciudad que guarda un patrimonio artístico único, con atractivos culturales que la convierten en un punto turístico en la región y que traspasó las fronteras por la obra de Raúl Soldi y la Capilla Santa Ana.
Soldi, el único pintor que tiene dos de sus pinturas en el Vaticano, de 1924 a 1932 vivió en Europa, primero en Alemania, luego en Milán, donde el maestro primero fue alumno. Estudió, pero sobre todo compartió movimientos de vanguardia de la Europa que todavía trataba de recomponerse tras la Primera Guerra Mundial.
En 1953 comienza una de sus mayores obras: empieza a pintar los frescos de la capilla San Ana, de Glew, una obra que le demandó 23 veranos y en la que relata los episodios de la historia de Santa Ana, la madre de la Virgen María, hechos con la técnica del fresco a la manera renacentista, que consiste en trabajar con la pared húmeda y con una mezcla de color y caseína.
En Glew, Soldi pasaba sus vacaciones y durante esos días de larga luz se subía al andamio y le daba forma a esa monumental obra que puede visitarse en Glew.
“Cuando conocí el pueblo de Glew sus calles eran transitadas por sulkis, volantas y jinetes y daba la impresión de estar a centenares de kilómetros de Buenos Aires”, recordaba Raúl Soldi, uno de los más grandes pintores argentinos
“Pasé inolvidables semanas recorriendo Glew con mi inseparable caja de colores en busca de paisajes, cuando descubrí esta pequeña capilla inaugurada en 1905, año de mi nacimiento, rodeada entonces por un huerto lleno de frutales. Ver sus paredes blanqueadas y su interior solitario y silencioso me dio la idea de llenar espacios existentes entre pilastras y los lunetos con pinturas pintadas al fresco que relataran la historia de Santa Ana, madre de la Virgen María. También pensé en incorporar a los temas bíblicos paisajes del lugar, para que este quedara allí, sobre los muros del templo, como documento de una época”, contó Soldi en alguna oportunidad.
El lugar en el que el artista se alojaba en sus temporadas de descanso queda a escasas cuadras de la estación ferroviaria. Tras largas temporadas de creación y de descanso en su humilde casa, un día de 1982 Soldi decidió demolerla para construir allí su fundación a la que donaría su colección de pinturas. y es allí en donde hoy se encuentra uno de los tesoros más importantes de la pintura argentina: 60 obras originales entre óleos, dibujos y grabados.
Muerto Soldi, el lugar se convertiría en un salón de exposición gratuita y permanente de su obra. La abundante afluencia de público -así como también la gran diversidad de éste- convirtió al lugar en un punto de encuentro con la cultura argentina que no ha hecho otra cosa que engrandecer la figura de Soldi.