Por María Noel, Dermocoach Integrativa
En la naturaleza para que todo funcione de manera correcta y armoniosa debe existir un equilibrio –se denomina “eubiosis” en la medicina natural- y no deben existir excesos o carencias de aquellas sustancias vitales.
Con el Sol ocurre esto mismo: es necesario para la vida y equilibrio, y a la vez puede ser nocivo en algunos tipos de piel (causa foto envejecimiento, arrugas, sequedad, hiperpigmentación y cáncer de piel).
Todo dependerá de cómo nos vinculamos con él, el tipo de piel, los horarios de exposición, la zona geográfica, la alimentación, los hábitos, entre otras variables.
El Sol y sus beneficios
El Sol aporta beneficios físicos y emocionales: activa la circulación, aumenta la absorción de calcio y fósforo, fortalece los huesos, refuerza el sistema inmunológico, estimula la glándula pineal (mejora nuestro estado de ánimo), mejora el descanso, entre otras.
Es importante resaltar su función como generador de vitamina D, ya que la misma se produce en la piel a través de los rayos UV (ultravioletas) del Sol. Para esto se recomienda la exposición del cuerpo durante 10 minutos diarios -y agrego el beneficio de hacerlo descalzos con los pies sobre el pasto-.
Lo que hay que saber
El Sol emite radiaciones que se clasifican según la longitud de las ondas. La radiación UV (ultravioleta) es invisible al ojo humano y se divide en tres: A, B Y C. Son acumulativas y pueden causar lesiones a futuro. Generan foto envejecimiento.
Cuando los rayos solares llegan a la piel el cuerpo produce un pigmento llamado melanina que absorbe los rayos y hace que la piel se broncee para protegerse, pero no alcanza para evitar los efectos nocivos de los rayos UV que pueden dañar el ADN y generar cáncer de piel si el organismo no llega a repararse.
El 65% de los cánceres de piel pueden ser causados por los rayos UVB que afectan directo al ADN.
Los rayos UVA son el 90% del total de la radiación, están todo el año inclusive en días nublados. Penetran en la piel, pueden generar deshidratación, alergias y lesiones en las células como las precancerígenas. Atraviesan ventanas y ropa liviana.
A los rayos UVB los absorbe en parte la capa de ozono pero son la principal causa de quemaduras solares, penetran la piel y pueden generar melanoma (cáncer de piel).
¿Cómo protegernos?
Sabemos que la melanina es el pigmento de la piel que nos protege de los rayos del Sol pero no alcanza para neutralizar los rayos UV. Y más teniendo en cuenta que las personas con piel clara estarán más desprotegidas y con mayor riesgo. Algunas de las sugerencias que aporto son:
-En época de calor, evitar la exposición directa al Sol entre las 11 y las 16.
-Utilizar protección solar. Con la transpiración se quita, recordar reponer el mismo cada vez que eso ocurra. Algunas pieles lo necesitarán todo el año y a toda hora. En este sentido, y desde mi mirada, es importante evitar productos que contengan disruptores endócrinos como los ftalatos, parabenos, benzofenonas, entre otros, presentes en muchos productos de la industria cosmética convencional, ya que alteran el funcionamiento hormonal y, por ende, de todo el organismo.
-El estrés crónico genera grandes desequilibrios y eso afectará nuestras defensas naturales. Recurrir a actividades y terapias que colaboren con la relajación siempre es positivo.
-La NUTRICIÓN es fundamental también para la protección solar: los antioxidantes como la vitamina C (cítricos, frutas rojas, kiwi, mango, papaya. Coliflor, brócoli, espinaca, perejil), vitamina E (aceites vegetales, frutos secos, germen de trigo, cereales integrales y legumbres, huevos), y los carotenoides (zanahoria, tomate, maíz, acelga, berro, col, espinaca, hinojo, hojas de puerro, morrón, mango, pomelo, papaya) minimizan el efecto nocivo de los radicales libres y potenciarán las defensas de la piel.