Saijiro Tsuji llegó a Buenos Aires hace 103 años. Tenía 36 años y había recalado en Argentina con su esposa, Sei Ogawa (31), y sus tres hijas: Shigeko (7), Chiyoko (4) y Mitsuko (2 años). Primero vivieron en la Ciudad de Buenos Aires, luego en Olivos, más tarde se mudaron al barrio de Belgrano y finalmente a Banfield.
Saijiro Tsuji nació y creció en Nagoya, una zona reconocida por sus artistas y ceramistas. En 1952, los años del segundo peronismo, y con la ayuda de su hijo Alberto y de sus yernos japoneses, fundó la primera fábrica de porcelana de la Argentina. Gracias a distintos incentivos para la industria, la radicó en Ministro Rivadavia. Y la bautizó con su apellido: “Porcelana Tsuji.”
Para iniciarla debieron traer personal de Japón porque acá no había gente especializada. El slogan de Porcelana Tsuji siempre fue ‘Fabricación con capitales argentinos e ideas y formas de manufactura japonesas’”. Hoy en 25 de Mayo al 400, de Ministro Rivadavia, se sigue el legado.
Desde aquí llegaron a estar en los aviones de Aerolíneas Argentinas. Pero también hicieron diseños especiales para el Hotel Llao Llao, el Café Tortoni, el Costa Galana de Mar del Plata, Florida Garden, Mamuschka, Starbucks, Tea Connection, Picarón y una línea especial para el cheff Germán Martitegui. Y luego de meses de preparación, abrieron una Casa Tsuji en Palermo, con una cafetería y espacio cultural. “Empieza una nueva etapa en la familia”, dicen.
La primera fábrica de porcelana argentina
Hasta ese entonces, Casa Tsuji era el hogar familiar, donde vivía el “ojichan” (abuelo), en Banfield. El terreno era enorme y en la parte de atrás había construido una casa japonesa, con tatami y puertas corredizas de papel. Un pedazo de su tierra en la Argentina. “La fábrica se hizo mucho más tarde, cuando yo tenía 12 años”, recuerda Silvia Margarita Ohtake, hoy de 83.
Saijiro Tsuji murió un año después de inaugurar su fábrica. Tenía 67 años y no llegó a disfrutar del éxito de Porcelana Tsuji. Fueron Alberto Buichiro y sus cuñados quienes se hicieron cargo. “Los que levantaron la fábrica fueron nuestros abuelos y tíos”, comentan los primos Federico Miyagi (nieto de Chiyoko e hijo de Silvia), Maia Tsuji (nieta de Rosa Takeko) y Joaquín Santos Tsuji (nieto de Alberto Buichiro), cuarta generación de la familia. Los tres destacan la unión familiar que les inculcó su bisabuelo.
El romance entre los Tsuji y la Argentina entró en un período de “turbulencias” cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. “Fueron años aciagos para los japoneses hasta la rendición. Pero los argentinos se portaron muy bien con nosotros. Cuando Argentina le declaró la guerra a Japón, muchos se comunicaron diciendo que no eran enemigos sino los amigos de siempre”, relató Chiyoko, quien se casó con Minoru Ohtake y dejó su trabajo para criar a su hija, Silvia Margarita, que nació en 1940.
“Al lado vivían unos ingleses y nos volvían locos con el ‘Japan occupied’. Era casi el final de la guerra cuando, en 1945, Argentina le declaró la guerra a Japón. En ése momento comenzaron a confiscar bienes de japoneses, no podíamos tener nada a nuestro nombre. Vivimos una especie de prisión domiciliaria. Una vez por mes venía un policía para ver que siguiéramos ahí, aunque se disculpaba con nosotros por la incomodidad. Fueron tiempos difíciles para la familia: iban a los clubes de tenis y de golf -que eran ingleses- y los echaban… Ser japonés era complicado”, cuenta.
La segunda generación de Tsuji en Argentina estaba compuesta por 8 nietos de Saijiro y Sei. “De chicos, los fines de semana los pasábamos todos en lo de mi abuelo Saijiro, comíamos comida japonesa y fideos los domingos. Parecíamos Los Campanelli, todos juntos y alrededor de una mesa enorme”.?
“El que se quería incorporar a la empresa, lo hacía. Pero en mi generación era obligatorio trabajar primero en otro lugar, porque mi abuelo decía que uno no puede dirigir si no sabe ser dirigido.” Silvia, nieta del fundador.
Tsuji fue el regalo de lujo durante años para los casamientos: objetos funcionales y delicados. “Una amiga recibió para su casamiento 8 juegos de té y 4 de café, porque ése era el regalo que se hacía. Si vos eras muy amiga o madrina, regalabas el juego de mesa… ¡que tenía 68 o 72 piezas!”, recuerda.
Tan importante resultaba la fábrica que los visitó, en mayo de 1967, Akihito. “Llegaron a la fábrica el príncipe heredero, quien luego sería el emperador Akihito, con la princesa Michiko. Mis tíos y mi papá se encargaron del comité de recepción, así que tuvimos a la Familia Imperial en la fábrica. Por protocolo solo debían estar una hora pero se quedaron tres, estaban fascinados.” En su honor, les fabricaron jarrones. “Muchos años después, mi tío Alberto Buichiro fue condecorado en Japón por el emperador Akihito. Allá descubrió, en una sala de palacio, sobre una mesita, el florero que les habíamos regalado.”
Después tuvieron una charla íntima donde el emperador comentó cómo los había emocionado el recibimiento del pueblo argentino. Lo recordaba con mucho cariño. Y es que las trabajadoras querían ver y tocar a la princesa, tan bonita. Hoy es emperatriz emérita. También recibimos, en 1991, a sus Altezas Imperiales, el príncipe y la princesa Takamado. Todo por ser una fábrica argentina fundada por un japonés.
La porcelana, la joya de los Tsuji
“A la porcelana no la hace cualquiera”, dice uno de los herederos de la pasión de los Tsuji. Es difícil de fabricar y eso hacía la diferencia. Además, no tenían competencia. Apuntábamos a la vajilla occidental, como la inglesa, que estaba tan de moda. Con Argentina a pleno con los ferrocarriles de los ingleses, aquí se apreciaba la porcelana y la nuestra tenía calidad japonesa. Tener un juego nuestro, era símbolo de status. ¡Hoy la gente te muestra un iPhone 16. Por entonces ése status te lo daban cubiertos de Plata Lappas y Porcelana Tsuji.”, dice Joaquín.
-¿Cómo pasaron de estar en las vitrinas a lugares de gran prestigio, como el Café Tortoni o el Hotel Llao Llao, y ser los preferidos de chefs como Germán Martitegui?