El famoso granito de arena que habrán imaginado en sus comienzos, hace casi 20 años, se convirtió en una montaña de voluntades que dibujó un futuro inesperado para la cooperativa Colectivo Ambiental, nacida en Rafael Calzada con el objetivo de poner otra vez en ciclo el material que se descartaba para luego ser enterrado. Con motivo de la conmemoración, el 1 de marzo, del Día Mundial de la Lucha y la Reivindicación de los Recicladores, recorremos la historia de la cooperativa y su rol fundamental en el cuidado del Medio Ambiente.
“Hay que separar en origen porque hay materiales reciclables valiosos que se pueden reinsertar a la industria además de generar trabajo, porque el reciclado da trabajo. Nosotros le damos valor agregado al material recuperado”, dice Lorena Rojas, integrante de la cooperativa presidida por Rodrigo Valdéz.
“El material reciclable que se recupera no va al entierro, lo que reduce la contaminación”, valora Lorena. Y cuenta que la cooperativa tiene dos plantas de separación y clasificación. Una se encuentra en Rafael calzada “y actualmente estamos trabajando en Don Orione”, dice. “Pertenecemos a Funcat, que es una federación de cooperativas.”
“Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”, se habrán dicho puertas adentro de la cooperativa de José Mármol. Así es que armaron una increíble red que al día de hoy tiene nada menos que 5 mil vecinos de Almirante Brown con quienes pactan días de entrega del material reciclado. Por eso la labor no está solamente fuera de los galpones, cargando el material o dentro de ellos separándolo, clasificándolo y envalándolo para su entrega final, sino yendo a la montaña como Mahoma, en trabajos que coordinan con el Municipio de Almirante Brown a través del programa Ecoinclusión.
“Tenemos nueve puntos de recolecciones en distintos barrios de Almirante Brown: Barrio Libertad, Altos del Castillo, José Mármol, Rafael Calzada, Claypole, San Gerónimo, San José, Barrio 2 de abril y San Javier”, dice Lorena.
“La naturaleza no es un lugar para visitar, es el hogar”, dijo el poeta y activista medioambiental Gary Snyder.
Otro punto de recepción es la parroquia Nuestra Señora de Luján, donde un joven de 19 años llamado Isai Carpio puso en práctica la encíclica “Laudato, sí”, lanzada hace unos años por el Papa Francisco, y que trata sobre la casa común. Isai hizo el curso de animadores en esa parroquia y al finalizarlo presentó su tesis: establecer en la parroquia un punto de reciclado, articulado con la cooperativa. “El círculo Laudato de la parroquia está conformado por Karina, Nuria, Mirta, Agustina, Raúl y Lilian”, aporta Lorena.
“El reciclado es más que un proceso educativo; es la base para que futuras generaciones creen un estilo de vida más sensibilizado hacia el ambiente. Busca crear valores en los ciudadanos y actitudes que promuevan la utilización de forma racional de los recursos naturales y la solución a los numerosos problemas ambientales”, dice Lorena sobre la necesidad de una educación ambiental generalizada en la población.
El 1 de marzo es el día internacional de la lucha y la reivindicación de los Recicladores en conmemoración de la muerte de los 10 trabajadores que en 1992 fueron asesinados por los paramilitares dentro de la Universidad Libre de Barranquilla, en Colombia, cuando se los invitó a ingresar para “recibir materiales de reciclaje”. Un sobreviviente que escapó logró contar la historia a las autoridades. Hoy toman la posta cientos de miles de recicladores que en pueblos y ciudades entienden que es fundamental tomar conciencia del cuidado del medio ambiente.